Fernando Gómez: «El límite son los grupos económicos y su agenda»

Entrevista al referente de la Corriente Peronista Descamisados, un organización con base en el sensible y estratégico conurbano bonaerense. La militancia después del poder, autocrítica sin tabúes y aprestos para la campaña que viene: "Tenemos que prepararnos para enfrentar el intento proscriptivo de Cristina".

En un contexto de crisis de la participación política, Fernando Gómez, dirigente de la Corriente Peronista Descamisados, reivindicó el valor de la militancia y sostuvo que los sectores que acompañan a Cristina Fernández deben recuperar la iniciativa, discutir el país que va a dejar Cambiemos y construir referentes más allá de lo mediático. “¿Alguien me puede decir a quién representa Diego Bossio? La democracia, así como te la ofrecen hoy, no representa un carajo. Hay que darla vuelta como a una media”, planteó Gómez, secretario Político de Descamisados, director del colectivo de medios Oveja Negra y vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores Cooperativos (Fadiccra). Aseguró que Cristina debe ser candidata y que “es muy probable que en 2019 asistamos al fenómeno proscriptivo que vimos en Brasil”. También, destacó cómo lo impactó el feminismo: “Hoy siento que puedo ser mejor persona, pero siento que soy peor persona de lo que me creía. O uno peregrina ser un cretino toda su vida o construye un punto de inflexión y trata de ser mejor”.

 

En diciembre, Descamisados, una organización que se define dentro del “peronismo revolucionario”, presente en 23 provincias y con funcionarios y legisladores en varios distritos, celebró 10 años de vida. Fue con un acto masivo en el estadio de JJ. Urquiza, en Caseros, con la presencia de Máximo Kirchner, los intendentes Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas) y Gabriel Katopodis (San Martín), Jorge Taiana y Alejandro “Coco” Garfagnini, de Tupac Amaru, entre otros.

 

¿Cómo caracterizan a esta etapa desde la práctica militante?

Estamos en un momento muy difícil de Argentina, que resta a la felicidad en términos cotidianos y materiales. A la vez, tenemos la necesidad de una reivindicación del sentido colectivo de la organización política, en cuanto a propuesta y capacidad para construir en torno a un programa. El desafío es reivindicar a la militancia como lo más genuino que tiene la democratización de los fenómenos populares, en un tiempo en que se la trata de cuestionar y condenar, junto a la política, como herramientas transformadoras de la realidad, mientras se persigue a los procesos populares, incluso dando los testimonios, como con Milagro Sala, de que el destino para quien se anima a desafiar al poder político y económico es la cárcel.

 

¿Se debe a que 2015 fue también una derrota para la militancia que acompañaba al kirchnerismo y no solo para la clase política?

Es la diferencia entre si fue una derrota electoral o política, si lo que había pasado era que habíamos perdido una elección o si había cambiado la etapa política. Una derrota electoral te permite pensar: seguimos como estamos, con una vida institucional sana, y rápidamente recuperamos el gobierno, porque los márgenes de la democracia representativa nos lo van a permitir. Pero desde 2015 veníamos reflexionando que eso no iba a pasar, que habíamos sufrido una derrota en términos políticos, que también era reflejo de lo que pasaba en América del Sur. En 2017, los ocho titulares de los principales grupos económicos transnacionales de capital tecnológico concentraron el 82% de la riqueza, y el 50% de la población más pobre del planeta recuperó cero de esa riqueza. Hay un avance de una filosofía global de concentración y extranjerización muy fuerte de la riqueza, con el triunfo del paradigma que acá reproduce Marcos Galperín, de MercadoLibre: “el trabajo del futuro”, que es flexibilizado, negrero, no participa de la generación de la riqueza ni en la distribución. Ganó ese clima de época.

Fotos | Georgina García
¿Y qué rol juega la figura de Macri?

Es una circunstancia. Uno se puede hasta ofender que una persona que no puede hablar más de 5 minutos de corrido gobierne el país, y puede que diga “¿cómo pudimos perder ante semejante salvaje?”. Pero Macri es el tipo de ocasión que llegó para concretar un programa que explica los intereses de 23 grandes grupos económicos, mayormente trasnacionales, que se están loteando el mercado financiero, el de desarrollo energético y el agroexportador. Hay un cambio de época y nosotros sufrimos una derrota política fuerte. No sé si es una derrota de la militancia, no se lo asignaría exclusivamente. Cuando la derrota es política, es una derrota total, en todos los frentes. Creo que la clase dirigente necesita cuestionarse mucho cuánto ha aportado a la fortaleza de la organización popular que acompaña a un proyecto político. Y la militancia también. Cuánto hemos derrochado de tiempo valioso, de relaciones de fuerzas favorables, de porciones del Estado; cuánto hemos derrochado en 12 años de conquistas que no pudimos transformar definitivamente una cultura democrática mucho más profunda, llegar a niveles de organización popular que permitiera no sólo defender lo conquistado, sino avanzar sobre sectores económicos que hicieran posible distribuir seriamente la riqueza.

 

¿Se nota el impacto en la participación política?

Hay una crisis en la participación en todos los órdenes. Y lo más triste es que, a tres años de esa derrota política, no creo que estemos en pronta respuesta de recuperar o salir de esta crisis de representación política. Es el costo de que en el gobierno haya una banda de tipos que llegaron planteando que no iban a devaluar la moneda y la devaluaron en 24 horas, insultando la idea de que la política es algo más que la construcción estética de un candidato, insultando la idea de que es un programa, una propuesta. En pleno 2013 o 2009, en los momentos más álgidos del gobierno de Cristina, tenías a una presidenta con una altura política que quizás no tenga otro cuadro dirigente. Y la verdad, te entusiasma la idea de ponerte a militar, de aportar en algo que por ahí no es todo lo que soñaste, pero va en ese camino. Ahora, si vos tenés a Macri, que con dificultad lee algunas cosas, y todo es una construcción de cinismo y mentiras cotidianas, un gran maquillaje para una idea estética, se genera una crisis social de representación que, naturalmente, desemboca en una crisis de participación.

 

¿La militancia kirchnerista se sintió abandonada después de 2015?

No. Pienso que no se vivió como un abandono. Primero, descreo de la idea de que los niveles altísimos de participación de la etapa anterior no se reprodujeron en esta. El problema es que perdimos la iniciativa política. Si uno analizara estos últimos tres años, la calle fue un activo presente. El 25 de mayo hubo 500 mil personas en la calle, con la idea de “La Patria está en peligro”, sin una clase política arriba del escenario y con una proclama que el diario La Nación castigó durante cuatro editoriales seguidas. A la militancia la atraviesan otras cuestiones en términos de malestar.

 

¿Cómo cuáles?

Que hay muy pequeños momentos en que logramos que una clase política, que a veces pareciera representarse sólo a sí misma, anclara su acción junto con las prácticas de las organizaciones populares, como fue con la reforma previsional, cuando adentro del recinto pasaba lo mismo que en la calle. Son pocos momentos. Es un dilema a resolver. Primero, que nuestros dirigentes sean seriamente emergentes de una representación que no está mediatizada, que sea genuina. Los dirigentes no pueden no representar a nadie, no pueden representarse sólo a sí mismos y a los minutos que ocupan en la televisión. Parafraseando al Indio Solari, hay mucha más información del futuro en lo que pasa en las calles que en los canales de televisión. Si nuestro proyecto no es capaz de encontrar una representación genuina y sigue recostándose en un esquema que pasa por la tele, le vamos a poner nuestro grano de arena a la crisis de representación y ahí sí va a haber más malestar en ese activo militante.

 

¿Parte del enojo es por quienes dejaron de acompañar?

Yo no vivo mi militancia cotidiana facturándole al que no está en la calle. Hay cosas que son así y hasta vale la pena decirlas porque son las catarsis necesarias: si bajaran todos los funcionarios que antes estaban arriba de los ministerios, seríamos dos millones de personas en la calle y la verdad que no lo somos y no sé dónde están. Pero es un malestar que me lo guardo en el bolsillo, me parece mucho más interesante lo que logramos construir en términos callejeros y de organización militante. Lo que sí, tenemos que ser muy responsables en que nuestro proyecto político sea mucho más sólido. Me asusta, muchas veces, que la militancia no esté atravesando las discusiones del país que vamos a encontrar en 2019, pero tampoco lo está haciendo la clase política.

Fotos | Georgina García

¿Cuáles son esas discusiones?

¿Qué vamos a hacer con el brutal endeudamiento externo? ¿El peronismo no va a revisar la deuda contraída por Macri? ¿No vamos a revisar a las cinco empresas agroexportadoras que se llevan el 82% de lo que la Argentina exporta en alimento? ¿No vamos a revisar la propiedad de Vaca Muerta y el desarrollo energético? ¿No vamos a revisar la propiedad de las minas de litio? ¿No vamos a revisar la eliminación de las retenciones a las exportaciones mineras? Con la compañerada del Frente Milagro Sala venimos haciendo un cálculo rápido: construir en un country sale 1000 dólares el metro cuadrado y una vivienda popular de 52 metros cuadrados, con la calidad de lo que se construye en un country, sale 52 mil dólares. Un millón de viviendas son 50 mil millones dólares, que es lo que reconoce el Banco Central que se fugó de la Argentina en dos años nada más, a manos de una veintena de grupos. Necesitamos ir por esa caja, con la que además podríamos generar 4 millones de puestos. ¿Sabes qué pasa? La miseria es culpa de los hombres miserables, y la política, en su esencia, es la disputa del excedente. Cuando al movimiento nacional no lo atraviesa la idea de que necesitamos ser mucho más serios y potentes para ir a disputar el excedente económico de la riqueza, recuperarlo para generar un ciclo distributivo, y no somos capaces de poner en ese programa la idea fuerza de por qué nuestro pueblo va a ser más feliz con nosotros, nos va a ser más difícil enamorar en el tiempo que se nos viene.

 

Varias veces, candidatos ungidos por Cristina acabaron volviéndose en su contra. ¿Cómo ven los nuevos nombres que están surgiendo?

Yo también sería Guardiola con el diario del lunes… Es toda una discusión, pero de agendas políticas, no de personas. El problema no son los nombres, es la idea fuerza del proyecto, porque si no, los grandes movimientos se terminan reduciendo a individualidades. Un caso paradigmático es Diego Bossio: en los cuatro años que tuvo de diputado, entró por el voto de una fuerza política que promovió la sanción de la ley de utilidad pública del papel de prensa y él, tres años después, propone la derogación. ¿Alguien me puede decir a quién representa? La democracia, así como te la ofrecen hoy, no representa un carajo. Si no la damos vuelta como a una media, los nombres que puedas elegir son un albur. No le voy a caer a Cristina con un “¡cómo lo elegiste a Bossio!”, si como con ese te puede pasar con 300 tipos más. Si las personas se representan a sí mismas, ni siquiera a la fuerza política que las llevó a un esquema de representación institucional, la discusión es la nada, en definitiva. Hay que avanzar a una reforma constitucional, que fue parte de la asignatura pendiente que nos quedó en 12 años, y además, asumir un programa que vuelva a enamorar, a proponer sueños.

 

¿Cómo impactaron en los sectores militantes los casos de corrupción?

Pasás por distintas etapas. Primero, la indignación… Uno no se sorprende con nada, partamos de esa base, porque si no caés en el facilismo de decir “ah, no, yo valoro todo pero quiero tirar la corrupción por la ventana”. El que mea agua bendita que tire la primera piedra. ¿A uno lo indignan actos de corrupción escandalosa? Sí, claro, en todos los órdenes. La militancia tiene un parámetro de conducta. Yo nunca fui a un canal de televisión, entonces, al conducir a un compañero o compañera, lo único que tengo no es la masificación de mi imagen, no es ni siquiera mi palabra, es mi conducta de vida. Y cuando ves que hay personas que hicieron una opción de vida totalmente distinta a la tuya y son parte ocasional del mismo proyecto político, la verdad que te indigna. Después, pasás por la comprensión. La comprensión de que incluso te están colonizando tu forma de pensar, al querer mostrarte que esa persona es representativa de un proyecto político. No, no lo es. Un tipo tirando bolsos arriba de un convento no es representativo del proyecto político que generó el período de conquistas de los 12 años. Néstor Kirchner y Amado Boudou son representativos, porque tomaron la decisión de sacar a las AFJP la caja para generar la AUH, el plan Procrear y un ciclo distributivo de riqueza. Eso es emblemático de un proyecto, no el sátrapa que se robó lo que estaba arriba del escritorio. Cuando ves que quieren hacer de esto una operación que deslegitime no sólo a nuestro proyecto sino a la política como herramienta, lo que tenés que hacer es construir un aprendizaje popular.

 

¿Y cuál es esa enseñanza?

Que tenemos que ser capaces de transformar nuestra conducta militante en la esencia estética del movimiento nacional, uno que además de dar testimonio por la causa que abraza y sus conquistas, lo dé por la conducta de sus integrantes. Si queremos convencer a los humildes de construir una nueva mayoría, necesitamos que sean protagonistas de la historia y que nuestros dirigentes vivan mucho más parecido a los humildes que al enemigo con el que estamos combatiendo. Pero, ojo, tampoco es como se anda diciendo desde el oportunismo progresista: nuestro riesgo no es volver con algún corrupto escondido en la fila, nuestro principal problema es que volvamos teniendo como límite en el proyecto coadministrar la miseria con el poder económico, universalizando planes de miseria.

 

¿Cristina tiene que ser candidata?

Estoy convencido de que tiene que ser la candidata. Es la única que puede garantizar la construcción de una vocación de mayorías. A veces, decimos “el límite es Macri”. No, el límite son los grupos económicos y su agenda, y ese es el aprendizaje que tenemos que construir con Brasil, porque no era el candidato Bolsonaro, pero era el plan B, el C, el Z, si querés, que tenían los grupos económicos para un proceso de extranjerización brutal de la economía. Y son los mimos intereses los que operan en Brasil y acá, y la única razón por la que Bolsonaro es presidente es porque Lula estaba proscripto. Y si equipo ganador no se toca, es muy probable que en 2019 a lo que asistamos en Argentina es al fenómeno proscriptivo que vimos en Brasil, porque la única chance que tenemos de perder el año que viene es que Cristina esté proscripta, no que Cristina sea candidata. Yo podría plantear mil cosas: que es necesaria la construcción de recambios, podría creerme más sólido intelectualmente si dijera “no podemos depender de una sola persona”, intelectualizar una pavada por el estilo. Es mucho más sencillo. La representación y el liderazgo de Cristina es lo que nos puede llegar a garantizar la construcción de una victoria política y contra eso va a estar dirigida la estrategia del enemigo. Tenemos que prepararnos para enfrentar una ofensiva antidemocrática como la que se va venir con el intento proscriptivo de Cristina.

 

¿De qué manera impactó la emergencia del feminismo en las organizaciones políticas?

Está buenísimo. Es de las cosas más interesantes de este último tiempo: la búsqueda de la conquista de un derecho no contra una institución, sino contra un modelo cultural que viene atrasando desde hace larguísimos años. Es un fenómeno social que nos explotó en la cara por años de postergación de la mujer, de no hacernos cargo. Las organizaciones políticas transitamos toda nuestra historia sin reflexionar que nuestra línea política no estaba completa porque no tenía perspectiva de género. Puede haber una introspectiva de cada militante y puede haber un debate, que para mí es el más genuino e interesante, hacia el conjunto de las organizaciones, que no es sólo la paridad, sino la incorporación de la perspectiva de género en la construcción de una línea política capaz de dar respuestas. Más allá del debate filosófico, con cada avance que da el movimiento de mujeres, y esto lo hablo individualmente, me siento peor persona.

 

¿Cómo?

Así te lo digo. Porque puedo reflexionar sobre los límites que tenía ayer, que no los visualizaba. Hoy siento que puedo ser mejor persona, pero siento que soy peor persona de lo que me creía, y eso está bueno. O uno peregrina ser un cretino toda su vida o construye un punto de inflexión y trata de ser mejor. El que tiene ganas de luchar, lucha por ser mejor. Estoy reflexionando sobre un montón de cosas que hice que pudieron haber lastimado a una compañera. Cuántas veces estuve sentado a una mesa con una compañera y la interrumpí y ella dejó de hablar, y simplemente lo hice porque era un responsable político y tenía un poco más de autoridad. Pensaba que era mejor dirigente porque sintetizaba la línea, pero fíjate que sinteticé una línea sin perspectiva de género, y eso lo puedo reflexionar ahora. Me da una oportunidad de ser mejor persona, de pensar colectivamente con mis compañeras cómo construimos una organización que realmente exprese paridad de sueños.

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