España. En carrera hacia el 23J

A pocas horas de la definición en las urnas: continuar con el socialismo o saltar a la (ultra) derecha.

El próximo 23 de julio, al calor del verano europeo, los españoles acudirán a las urnas donde se decidirá la continuidad del socialismo en el poder o el salto a la derecha de la mano del Partido Popular en posible coalición, si fuera necesario, con la ultraderecha conservadora Vox. Esto sucede luego de que en el pasado mayo, las elecciones autonómicas y municipales dieran como ganadores al Partido Popular (PP) y Vox. Ante este evidente avance electoral y los aires de triunfalismo por parte de la derecha conservadora, Pedro Sánchez (PSOE) decidió adelantar las elecciones previstas para diciembre.

La decisión interrumpió las celebraciones de la derecha y movilizó rápidamente a los partidos de izquierda para que decidan su unidad luego de los malos resultados obtenidos cada uno por separado. Así fue que, Izquierda Unida, mediante un comunicado oficial, anunciaba que iría en coalición con Sumar de Yolanda Díaz, quien ocupa actualmente la vicepresidencia segunda del Gobierno. También se anunció la alianza de Sumar y Podemos, este último era liderado por Irene Montero, la actual Ministra de Igualdad que luego de tensas negociaciones tuvo que declinar su candidatura como diputada dentro del partido. A Sumar también se aliaron otras fuerzas políticas de izquierda regionales con el objetivo de mejorar, en conjunto, los resultados de la izquierda y conseguir más escaños en el Congreso. De esta manera, cada comunidad autónoma tendrá candidatos de izquierda bajo el nombre de Sumar con la esperanza de juntar los votos que se dispersaron de la izquierda, los votos de los indecisos, y de quienes en aquella oportunidad de mayo no acudieron a las urnas.

A su vez, comenzaba lo que los medios españoles denominaron como «la pre-campaña». El deseo y la intención del PP era que en este intervalo entre convocatoria a elecciones y el domingo electoral ocurriera la menor cantidad de cosas posibles, pero era inevitable que dicha pre-campaña estuviera marcada por la conformación de los gobiernos autonómicos. Esto sucedió con más y menos polémicas al respecto, y mucho ruido al interior del PP, particularmente respecto a aquellas instancias donde los populares debían pactar con Vox. La gestión de esos acuerdos en muchos casos se ha alargado más de lo deseado, y en otros se ha evidenciado la dependencia de los populares con Vox para consolidar el poder municipal y autonómico. En algunas comunidades la abstención de Vox alcanzó para investir presidentes del PP y que los ultraconservadores no logren entrar al gobierno, pero en otras, los populares necesitaron del voto de los parlamentarios de Vox, quienes exigían entrar en el ejecutivo. Estas situaciones condicionan el hipotético triunfo del PP a nivel nacional, que si no consigue, la mayoría absoluta del parlamento debería darle lugar a Vox en su gobierno. A su vez, los acuerdos de gobierno que incluyeron a Vox fueron tomados por parte del PSOE como un insumo para movilizar al voto más de izquierda que no acudió a las urnas en las pasadas elecciones, en el sentido de alertar que la pasividad electoral deja en bandeja la chance de que ingrese la extrema derecha conservadora al parlamento, y quizá al ejecutivo.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, por su parte inició una recorrida por distintos programas de televisión mientras las encuestas pronosticaban la victoria del PP aunque con posibilidades de gobierno para la izquierda. La intención de Sánchez era claramente mostrarse como un hombre cercano en algunos de los lugares donde cree que se ha gestado el denominado “anti sanchismo” con el objetivo de desmontarlo. Se ha mostrado como un presidente y candidato con determinación y energía, caracterizando su gestión como un gobierno moderno y progresista que pudo sortear obstáculos tan complicados como la pandemia o la guerra de Ucrania, que pudo conseguir las cifras de empleo más altas desde 2008, o la inflación más baja de Europa. Se ha mostrado también como un candidato con voluntad de ganar y dar batalla, quizá con la idea de empatizar y convencer a los votantes de izquierda que, se puede decir, son quienes más valoran esas características en un líder político.

Mientras, el principal candidato opositor Feijoó se muestra con un perfil diferente, que no busca el ímpetu característico de Sánchez si no mostrarse como una persona seria. A su vez intenta distanciarse de las polémicas por los pactos de su partido con Vox en las comunidades autónomas y municipios, y también de algunas de las primeras y controversiales medidas.

El desarrollo de esa pre-campaña coincidió con la celebración del mes del orgullo LGBTIQ+. Marchas, celebraciones y reivindicaciones se dieron lugar en distintos puntos de España. En este contexto surgieron las primeras contradicciones del PP en coalición con Vox, mientras los populares publicaban un manifiesto donde subrayaban su “compromiso con todo el colectivo LGBTIQ+, en los edificios públicos de los municipios gobernados por PP y Vox descolgaron o prohibieron la colocación de la bandera arco iris, a pedido expreso de la extrema derecha. Esto produjo una ola de reacciones en las redes sociales y medios de comunicación en contra de estas acciones que atentan contra la libertad y el derecho a ser libres en una España que supo situarse, hace casi 20 años, a la vanguardia con la ley de matrimonio igualitario en 2004. En los pequeños, pero numerosos espacios que la derecha conservadora está consiguiendo acceder se ve una clara intención de vulnerar derechos obtenidos y limitar libertades.

En este sentido, otras acciones que generaron descontento en diversos sectores de la cultura expresado en las redes sociales tienen que ver con algunos episodios calificados como medidas de censura. Éstos corresponden, en municipios donde gobierna PP-Vox, a la prohibición de obras de teatro de Lope de Vega, o Virginia Wooff, por incluir “insinuaciones sexuales”, o a la presión contra distintas compañías de teatro para que no realicen determinadas obras que califican inadecuadas dentro de su línea ideológica. Las películas para infancias tampoco se salvan, en un cine de verano retiraron la proyección de un film animado por incluir un beso entre dos personajes femeninos. Las expresiones culturales no fueron el único blanco de limitaciones si no también las manifestaciones multitudinarias: en una provincia valenciana prohibieron las manifestaciones en contra de la violencia machista.

Si bien estos hechos parecen casos aislados y concretos, la repetición de directivas de prohibición o de impedimentos para el desarrollo de ciertas actividades culturales, pone en alerta al mundo de la cultura española y a gran parte del arco político ya que recuerda los tiempos de la dictadura franquista donde la censura, el límite y el castigo a la libertad de expresión eran moneda corriente.

En este contexto se negociaban los debates a realizarse durante la campaña, que no empezó oficialmente hasta el pasado viernes 7 de julio. Los mismos no son obligatorios por ley pero las cadenas de televisión los proponen. No obstante no fue tan sencillo. Quiénes acuden, cuántos, de qué partidos, qué grupo de medios lo organiza, son algunas de las cuestiones que en estos días estuvieron en discusión y frente a las que los Populares ofrecían mayor resistencia. Finalmente terminaron aceptando un debate cara a cara entre Feijóo y Sánchez para el lunes 10 de julio transmitido por el grupo de televisión privada Atresmedia, apenas tres días después del comienzo oficial de la campaña electoral. Los otros debates que se definieron son uno “a siete” en el cual participarán los portavoces de las siete formaciones con grupo parlamentario en el congreso, y otro debate “a cuatro” en la cadena pública RTVE al cual se convocó a los cuatro líderes de los partidos mayoritarios (PSOE, PP, Sumar y Vox), sin embargo, Freijó decidió que no acudirá. Este último debate se estableció para el 19 de julio, en la recta final de la campaña.

De esta forma, la única instancia en la que el líder del partido que hoy encabeza las encuestas tuvo la oportunidad para debatir con sus contrincantes fue el pasado lunes 10 de julio, y sucedió solamente frente a Pedro Sánchez. En ese esperado cara a cara se vio, contrariamente a lo que se esperaba a raíz de sus apariciones públicas, un Feijóo más agresivo contra las políticas del PSOE y un Sánchez a la defensiva frente a los dichos de su contrincante.

El debate estuvo centrado en idas y vueltas de cada uno respecto a los pactos de gobierno, los aliados políticos y las cifras económicas. Sánchez, en línea con su posición durante la pre campaña, reprochó a Feijóo que junto con Vox, el Partido Popular gobierna en varios parlamentos autonómicos y consejerías con líderes “machistas”, “negacionistas” , “antivacunas” y “franquistas” gracias a “vergonzosos pactos”. Retomó la idea de la vuelta de la censura a raíz de los episodios que tomaron relevancia en los días previos al encuentro. Ante estas cuestiones el líder del PP eligió esquivar las respuestas, mientras incluso responsabilizó al PSOE de los pactos con Vox: “¿Sabe por qué hemos tenido que pactar con Vox? Porque usted no acepta que gobierne el PP cuando gana”. En un momento, los moderadores preguntaron directamente a Feijóo si va a hacer ministro al líder de Vox, Santiago Abascal, a lo que el “popular” aseguró: “No tenga duda que si consigo los votos necesarios, por supuesto, no va a ser miembro de mi gobierno”. Además sostuvo que, en caso de no obtener la mayoría absoluta, tratará de hablar en primer lugar con el PSOE para poder gobernar. “Y si no quieren, hablaré con Vox y con cualquier partido constitucionalista”. También reiteró que si gana Sánchez (ninguna encuesta hasta ahora da como posible ese escenario) él mismo “facilitará” la investidura. Se ve de esta manera claramente la distancia que decide tomar el líder del PP respecto a los pactos realizados por su partido con Vox en los gobiernos regionales y respecto a algunas de las posiciones más conservadoras que han tomado. Estas cuestiones conforman una de las principales herramientas que utilizan los socialistas para advertir a los votantes de izquierda e indecisos del riesgo que supone no votar al PSOE o no acercarse a votar.

Al momento de tratar el eje económico el debate se centró en exponer cifras mientras los oradores se interrumpían mutuamente para desmentir los datos de uno y otro. Los números fuertes de Sánchez consistieron en un empleo que creció “como nunca”, un aumento del PBI en “circunstancias muy complicadas” y una inflación controlada “como en ninguna otra economía europea”. El presidente del gobierno sostuvo convencido que esa es la dirección a seguir. Feijoó por su parte sólo se limitó a contradecir los datos con indicadores contrarios a cualquier crecimiento, acusando a la política económica del gobierno de populista, comunista y socialista: «Tiene la política económica del populismo de Podemos, la política económica del Partido Comunista, la del sanchismo, y una dosis pequeña del Partido Socialista».

El encuentro culminó sin propuestas concretas. Feijóo abogó por un voto masivo para que haya “un cambio de gobierno en España”. Sánchez por su parte, en línea con los dichos en otras declaraciones públicas, ha pedido un voto “con esperanza” para evitar que los líderes de PP y Vox metan a España “en un túnel de tiempo tenebroso” en el cual deroguen las leyes que promueven políticas de igualdad y derechos humanos.

A lo largo de estos días el Centro de Investigaciones Sociologicas (CIS) fueron publicando los resultados del Barómetro de Opinión mediante el cual se mide la intención de voto para las elecciones generales. Las mediciones realizadas después de las elecciones autonómicas y municipales, estimaban un empate técnico entre el PP y PSOE que daría la victoria a Feijóo aunque sin mayoría absoluta; la tercera fuerza corresponde a la izquierda de la mano de Sumar. Sin embargo, antes del comienzo oficial de la campaña y por tanto de la celebración de los debates, el CIS realizó otra encuesta que sitúa al PSOE en 1,4 puntos por delante del PP en estimación de voto. Concretamente calcula el 31% de respaldo para los socialistas y del 29,6% para el partido popular; la tercera plaza seguiría siendo para Sumar con un apoyo del 15%. La estrategia de campaña que lleva adelante Sánchez consistente en marcar de forma clara las diferencias políticas –y hasta humanas— entre su partido y los de derecha, basada también en marcar la incongruencia del PP a nivel nacional respecto a los pactos logrados en autonomías y consejerías con la extrema derecha, y en mostrarse como un líder que defiende los logros alcanzados, convencido de que puede dar batalla y hasta ganar. ¿Está dando resultados? En las encuestas podría parecer que sí pero los números que valen son los que arroje el escrutinio de la cálida noche del próximo domingo veintitrés.

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