“Es una tontería que las mujeres no puedan ejercer el sacerdocio”

De paso por Argentina, Frei Betto opina sobre la situación política en Brasil, la necesidad de una autocrítica y las pujas al interior de la Iglesia católica. “El papa hoy es nuestro compañero”.
Foto: Georgina García | Zoom

Carlos Alberto Libânio Christo, Frei Betto, es un teólogo de la liberación y religioso dominico brasileño que desde hace casi cinco décadas participa de los debates políticos de la izquierda en distintas partes del mundo, fundamentalmente en América Latina. En base a su activismo en el movimiento de Comunidades Eclesiales de Base, Betto trabajó en los últimos treinta años con los movimientos sociales brasileños y fue asesor especial del presidente Luiz Inácio “Lula” da Silva y coordinador de Movilización Social del programa “Hambre Cero”. En los últimos años, sus reflexiones sobre los problemas de los gobiernos progresistas han iluminado y explicado la crisis política brasileña y, en general, las tendencias políticas recientes en América Latina.

 

De visita en Argentina, donde participó, entre otras actividades, de la conferencia “América Latina en la encrucijada”, organizada por la Fundación Germán Abdala, Betto dialogó sobre la situación en el continente a la que caracteriza como una “retomada” de los gobiernos que históricamente dominaron la región, aunque considera que “la batalla no está perdida” en tanto y en cuanto los sectores progresistas elaboren una autocrítica a fondo. Además, describe los movimientos que ocurrieron en el campo religioso brasileño en los últimos años y caracteriza el ascenso político de los evangélicos como consecuencia de “una estrategia de poder a largo plazo”. Sus reflexiones sobre los cambios que necesita la Iglesia católica para hacer frente a este avance evangélico, al que caracteriza de “fundamentalista”, son contundentes. Para Betto, es necesario abolir el deber del celibato y permitir a las mujeres ejercer el ministerio sacerdotal. En esas transformaciones ubica a Francisco como un aliado: “El papa hoy es nuestro compañero”.

 

¿Cómo caracteriza el triunfo de Macri, el impeachment de Dilma en Brasil y la crisis de Venezuela?

Lo veo como una tendencia de retroceso. En realidad, más que “retroceso”, diría que es una retomada de los gobiernos que estuvieron presentes siempre a lo largo de la historia de América Latina. Con esto quiero decir que los gobiernos progresistas de este último período han sido una excepción. Cuando Chávez llegó al poder no pensábamos que era posible que partidos progresistas llegaran al gobierno por la vía electoral burguesa. Sin embargo, eso pasó. Y pasó porque América Latina en los últimos 50 años ha atravesado tres grandes ciclos políticos. El primer ciclo fue el de las dictaduras militares, las cuales fracasaron tanto desde el punto de vista económico como político con las violaciones de derechos humanos, un tema que en Argentina, tristemente, todos conocen bien. El segundo ciclo fue el de gobiernos mesiánicos neoliberales con Collor en Brasil, Menem en Argentina, Fujimori en Perú, Cabrera en Venezuela y García Meza en Bolivia. Estos gobiernos también fracasaron y la gente, insatisfecha, mediante su voto ha mostrado su preferencia por gobiernos progresistas. Pero estos gobiernos, en general, no han cambiado las estructuras de nuestros países. Y esto es porque no lograron que sus políticas de gobierno, como por ejemplo en el caso de Brasil combatir el hambre, se transformasen en políticas de Estado, esto es, políticas que se sostengan más allá de los gobiernos, políticas que ningún partido pueda ignorar. La crisis que está viviendo Brasil hoy tiene mucho que ver con la reforma política que Lula no hizo. O sea que hoy el PT es víctima de su omisión. Entonces yo diría que hemos tenido avances sociales importantes, en Brasil se ha reducido en 40 millones la cantidad de pobres, de personas que han salido de la miseria, pero ahora hay gente que vuelve: tenemos 14 millones de desocupados.

 

Foto: Georgina García | Zoom
¿Y a qué cree que se debe este fenómeno?

A veces utilizo esta imagen: hemos tomado el gobierno como un violín, que se toma con la mano izquierda pero se toca con la derecha. En Brasil se buscó mucho más la gobernabilidad en alianza con los partidos tradicionales, ideológicamente enemigos del PT, que con los movimientos sociales, que son el origen del PT. Los movimientos sociales se sintieron desplazados por el gobierno del PT. No fueron prestigiados, el PT no tuvo la sabiduría que tuvo Evo Morales en Bolivia, quien valoró a los movimientos populares al punto promover que ocuparan puestos en el Congreso boliviano, donde hay diputados y senadores provenientes de los movimientos sociales. En Brasil no pasó eso. Había muchos más líderes populares en el Congreso antes de que el PT llegara al poder que ahora. Marcar estas cuestiones es importante porque, como decía al principio, somos una excepción en la historia política de América Latina. La batalla no está perdida. Pero es momento de hacer una autocrítica de errores cometidos y sobre todo pararse en la mesa para definir qué desafíos tácticos y estratégicos tenemos por delante. Yo sé que hay jefes de Estado progresistas (no puedo dar nombres por razones de confianza) que están tratando de hacer reuniones, muy discretamente, para discutir en conjunto para dónde vamos en América Latina. Pero no es un proceso fácil en un momento de crisis fuerte, de crisis provocada por un factor que en ningún momento estuvo presente en nuestro cuerpo de principios, que es el factor ético. Esto es muy grave porque la izquierda puede cometer errores económicos, políticos y de todo tipo, pero no puede cometer errores éticos porque estos comprometen la credibilidad de la causa. Es un principio básico de la historia de la izquierda: la gente nos tiene una confianza de que realmente queremos construir un mundo distinto de este de opresión, de explotación, de corrupción, de machismo. Y si nosotros vamos por ese camino también, ya no hay en quién confiar. Entonces este tiene que ser un momento de autocrítica y de construir nuevas alternativas para seguir adelante.

“La batalla no está perdida. Pero es momento de hacer una autocrítica de errores cometidos y sobre todo pararse en la mesa para definir qué desafíos tácticos y estratégicos tenemos por delante”

¿Por dónde ve la salida a este contexto?

La salida es organizar la esperanza. Organizar la esperanza significa trabajar duro para la organización popular. O sea uno no puede pensar que la gente, porque en un momento tiene simpatía por un líder progresista, siempre la va a tener. La gente se entusiasma, pero el entusiasmo por sí solo no hace cambios sociales. Es muy importante siempre considerar las dos caras de la moneda: la formación en la práctica y la formación en la teoría. Por ejemplo, en Brasil este año hubo muchas tomas de escuelas, muchos muchachos que por primera vez abandonaron la comodidad de sus casas y contra la opinión de sus padres ocuparon las escuelas y estuvieron allí varios días. El otro día, hablando con los líderes de ellos, les pregunté: “¿Ustedes han tratado de articular algún tipo de formación?”, porque el entusiasmo se disipa. La política se hace con el corazón, se hace con entusiasmo, pero se reafirma con la razón. La gente necesita tener herramientas de interpretación de la realidad, herramientas de formación ideológica. Si no recibe formación ideológica de nosotros, va a recibirla de los medios capitalistas. No hay neutralidad. Y los medios trabajan muy bien, a través de mecanismos muy sofisticados, la formación ideológica hacia la derecha. Entonces nosotros tenemos siempre el desafío de tratar lo que en Brasil llamamos “trabajo de base”. Si no hay trabajo de base yo no creo que haya futuro para nuestros proyectos progresistas.

 

¿Considera que la persecución judicial creciente a líderes políticos puede minar las democracias latinoamericanas?

Sí, el Poder Judicial es el poder que gobierna Brasil hoy. Es mucho más poderoso que el Ejecutivo y el Legislativo. Hay una judicialización de la política brasileña. Esto va a seguir por mucho tiempo porque el problema de la corrupción en Brasil es un pozo sin fondo: es muy difícil encontrar un líder político que no esté de alguna manera involucrado porque son complicidades que vienen de muchos años y esto ahora salen a la luz. Una cosa curiosa es que, hasta ahora, nadie ha hablado de los bancos. ¿Cómo se movilizó todo este dinero, que son millones y millones de dólares que se depositaron incluso en otros países? Evidentemente por los bancos, pero no hay ninguna denuncia ni investigación sobre ningún banco. Es impresionante el poder que esta gente tiene.

 

Foto: Georgina García | Zoom
Usted hace poco dijo que no va a haber democracia plena en Brasil hasta que no haya una democracia económica ¿qué significa esto?

No hay democracia si no están presentes estos dos componentes: la democracia política y la democracia económica. Justamente, la fortaleza del capitalismo estuvo en asociar fuertemente la idea de capitalismo a la de democracia, e incluso a la de cristianismo. El papa Francisco está sufriendo embates por tratar de romper esta asociación. El problema es que si no hay una socialización de los bienes que garantizan los derechos esenciales de cada persona, no hay democracia. La democracia económica es una expresión que está muy bien sintetizada por una frase que se utiliza en la misa católica: “Compartid los bienes de la tierra y los frutos del trabajo”. Yo siempre digo que los sacerdotes, incluso de derecha, cuando dicen esto en la celebración, no tienen idea de que están predicando el socialismo. Está en la liturgia oficial de la Iglesia esa frase porque efectivamente esa fue la propuesta de Jesús. Jesús no vino para fundar una Iglesia ni para fundar una religión; vino para sembrar las semillas de un nuevo proyecto civilizatorio que llamaba “el Reino de Dios”. Mucha gente se pregunta: “¿Por qué Jesús siendo tan espiritual y pacífico fue asesinado?” Fue asesinado por dos poderes, romano y judaico, porque dentro del Reino del César predicó sobre el Reino de Dios, que no era el Reino del César. Es como hoy predicar el socialismo en un mundo capitalista. Por eso lo mataron. Y su proyecto se basaba en dos principios. En las relaciones personales, el amor, considerando que el derecho del otro está antes que mi derecho, incluso el derecho de vivir. Y en las relaciones sociales, compartir, socializar los bienes. Un proyecto que no implique compartir, socializar los bienes, nos lleva a la barbarie.

 

Durante la sesión del impeachment se observó la emergencia de un discurso con un tinte religioso muy fuerte, sobre todo por parte de los políticos de la bancada cristiana. ¿A qué piensa que se debe esta emergencia?

Este es otro detalle: el único sector de Brasil con una estrategia a largo plazo de ocupar lugares en el Congreso nacional la tuvieron las Iglesias evangélicas. Nosotros tendríamos que haber hecho esto con los movimientos sociales y no lo hicimos. Buscamos alianzas con esta gente sin pensar que esta gente tenía un proyecto muy bien articulado y ahora la bancada evangélica que es conservadora, homofóbica, machista, capitalista, es muy fuerte en el Congreso. Ellos primero tuvieron como meta llegar al Poder Legislativo, ahora empezaron al llegar al Poder Ejecutivo, como en el caso de la alcaldía de Río de Janeiro, y están teniendo, además, mucha incidencia en el Poder Judicial. Van por ahí porque nosotros no nos dimos esa estrategia. Buscamos alianzas que ahora sabemos que fueron una gran trampa que ensució y desprestigió al PT. El propio hecho de elegir a Temer como vicepresidente se enmarca en este fenómeno. Temer tenía una historia de corrupción y oportunismo. Entonces, me pregunto: ¿Podría haber sido diferente? Quizás las alianzas eran necesarias pero al mismo tiempo deberíamos haber creado nuevos protagonistas políticos y fuerzas políticas y no tratamos de hacer eso.

“Las posiciones de Francisco son muy claras en torno a la opción por los más pobres y de valorar a los movimientos sociales. El problema es que está solo”

¿Usted cree que los sectores a los que apuntan estos discursos conservadores son los mismos a los que apunta el PT?

Las bancadas evangélicas apuntan y representan a los mismos sectores a los que aspira representar el PT porque ellos hacen un trabajo muy intensivo entre la gente más pobre. Primero, por la incapacidad de la Iglesia católica de rescatar las Comunidades Eclesiales de Base, comunidades populares que estuvieron muy en boga en la década del 80 y ya en menor medida en la del 90. Pero luego fueron desmovilizadas bajo los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y ahora es difícil volver a ese modelo. Siguen existiendo, pero no con la misma intensidad ni presencia. Entonces, mientras la Iglesia católica se fue volviendo más clericalista, las Iglesias evangélicas se fueron haciendo cada vez más populares. Esto es un problema estructural, porque para formar a un cura hacen falta ocho años de estudio, cuatro de filosofía, cuatro de teología, y la heroica virtud del celibato. Mientras que para formar a un pastor evangélico hacen falta entre seis y ocho meses. Un pastor además es, por lo general, un hombre del pueblo. No tiene mucha preparación formal, pero está calificado y autorizado por sus propias estructuras para dirigir una Asamblea, una Iglesia. La Iglesia católica debería flexibilizarse más. Francisco está preocupado con eso. Yo creo que apoyaría, por ejemplo, que los curas casados puedan volver a ejercer el ministerio. Además, su mensaje apunta a darle un rol mucho más importante a los laicos. Pero hay una tremenda resistencia del clero, por una cuestión de poder. De poder y nada más. Que las mujeres, por ejemplo, no puedan ejercer el sacerdocio, solo se explica por el poder. Es una tontería, algo que no tiene ningún fundamento bíblico ni teológico al respecto, es solo una tradición machista de la Iglesia. Entonces, mientras no rompamos con estas cosas, ellos van a seguir ganando terreno. No tengo dudas. Sobre todo en América Latina. ¿Por qué no crecen los evangélicos en Europa, por ejemplo? Porque la gente tiene acceso a bienes sociales. Aquí la gente no tiene ese acceso, entonces busca, por ejemplo, la salud, en una Iglesia evangélica, porque no tiene medios para acceder a la salud. Esas Iglesias por lo tanto son exitosas por dos razones. Primero, porque ofrecen servicios sociales que son virtuales pero que la gente cree eso, que si reza un poco más Dios los va a ayudar. Segundo, porque le da a las personas un sentido de vida. Lo mismo que sucede con el Estado Islámico, los jóvenes europeos se suman porque les da un sentido a sus vidas. Todos necesitamos darle sentido a nuestra vida y estas Iglesias lo pueden ofrecer, por lo tanto un pastor funciona como un militante religioso y político a la vez. Hace poco una señora me dijo: “Estoy esperando que la voz de Dios me diga a quién tengo que votar”. Le pregunté, obviamente: “¿Cómo hace para escuchar la voz de Dios?”. Me contestó: “No la escucho directamente sino a través del pastor, él es el portador de la voz de Dios. Entonces lo que él me diga, yo lo voy a votar”. Es una idea ilógica para mí, es una forma de fundamentalismo, pero para la señora tenía sentido. Es un mecanismo que funciona, más allá de que a muchos nos parezca irracional.

 

Foto: Georgina García | Zoom
¿Cómo es en este momento la discusión dentro del campo católico en Brasil acerca de esto que usted marca de reconquistar el trabajo con los pobres, con los sectores populares? ¿Cómo incide el papa en esos debates?

El papa hoy es nuestro compañero en esto. El próximo año vamos a organizar el 14to Encuentro Nacional de Comunidades Eclesiales de Base. También estamos preparando el 8vo Encuentro del Movimiento Fe y Política, que es un movimiento muy expresivo. O sea, estamos trabajando mucho pero hemos perdido 34 años de contraofensiva con Juan Pablo II y Benedicto XVI y eso ha causado mucho daño a nuestro trabajo. Entonces la reconstrucción de este catolicismo no se hace de un día para el otro.

 

¿Cómo piensa que opera el discurso de Francisco en los signos de los tiempos y en su lectura?

Influye obviamente mucho porque es la máxima autoridad de la Iglesia y, por cómo es la Iglesia como institución, tiene poder absoluto. No lo está usando, lo cual lo comprendo perfectamente porque sería antipedagógico; sería mejor políticamente para nosotros porque las cosas cambiarían más deprisa pero, sería un equívoco en el largo plazo porque va en contra del objetivo de democratizar la Iglesia. Entones no quiere imponer nada y como consecuencia, hay muchos conflictos internos. Pero sus posiciones son muy claras en torno a la opción por los más pobres y de valorar a los movimientos sociales. El problema es que está solo. Busca apoyo en la base social, en la base de la Iglesia. Pero entre él y la base están todos los obispos nombrados por Juan Pablo II y Benedicto XVI.

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