Las elecciones de convencionales constituyentes provinciales, celebradas este domingo en Santa Fe, revelaron una previsible victoria del gobernador Maximiliano Pullaro, quien encabezaba la lista oficialista, pero con un notable descenso en la cantidad de votos en relación a 2023. En parte, sólo en parte, esa caída se explica por un escenario de tercios que se empieza a dibujar en el horizonte de la política local.
Triunfo cómodo pero con luces amarillas
Pullaro bordeó los 485 mil sufragios y logró un 34,61%, a más de 20 puntos de distancia de su inmediato perseguidor, el candidato de la alianza PJ-Ciudad Futura Juan Monteverde, de quien se hablará más adelante en esta nota.
Esa holgada victoria se veía venir de lejos, partiendo del hecho más obvio: si el gobernador no hubiese estado plenamente seguro de sus cálculos, jamás se hubiese presentado como candidato. Por una razón elemental: una derrota hubiera sometido a su gestión, que lleva poco más de un año, a una significativa crisis política y, tal vez, incluso institucional.
No obstante, suenan alarmas en la Casa Gris. En su arrasador triunfo de 2023, Pullaro conquistó más de un millón de votos, una cifra inédita. El domingo pasado, sacó menos de la mitad. No llegó ni siquiera al volumen obtenido en las PASO de aquella oportunidad.
Se dirá que la participación electoral fue bajísima, apenas un 55%, la más pobre de la historia. Sin embargo, se debe tener en cuenta que la magra concurrencia formó parte de la estrategia oficialista, lo cual se verificó en la escasa difusión del comicio. Una porción relevante de la población ni siquiera sabía que este domingo había elecciones. El cálculo político del frente Unidos fue claro: si una parte de sus votantes de 2023 están enojados o, en el mejor de los casos, son indiferentes, mejor que se queden en sus casas antes de respaldar en las urnas a alguna variante opositora.
Así las cosas, Pullaro queda a tiro de lograr una mayoría en la convención constituyente con sólo pescar un par de aliados y, de esa manera, habilitar la posibilidad de reelección, hasta aquí vedada por la Carta Magna vigente, que data de 1962.
La interna del panlibertarismo
No es un secreto que el gobierno nacional tiene acuerdos con varios gobernadores, entre ellos Pullaro, para no pisarse electoralmente. En criollo: yo no me meto en la elección que a vos te importa, vos no te metás en la que a mí me interesa.
Ese pacto se expresó en estos comicios en la designación de un candidato de La Libertad Avanza de escaso conocimiento en la sociedad. Nicolás Mayoraz, de él se trata, es uno de los poquísimos diputados nacionales sólidos que tiene la colorida bancada libertaria, pero eso no necesariamente se traduce en popularidad.
De allí también se explica, parcialmente, el no acuerdo con una dirigente filolibertaria que sí cuenta con predicamento electoral probado en Santa Fe: Amalia Granata. La panelista se convirtió en una de las más furibundas opositoras de Pullaro, luego de haber mantenido un buen vínculo hasta 2023.
Esa división del universo más o menos afín a Javier Milei es lo que derivó en que ambos quedaran relegados al tercer y cuarto puesto, sin alcanzar en ninguno de los casos los 200 mil votos. Es contrafáctico, pero a la vez no es arriesgado suponer que si Granata hubiese competido con la escudería LLA, otro hubiera sido el cantar.
De allí que se puede pronosticar, en un futuro no tan lejano, la posibilidad cierta de una confluencia entre ambas vertientes para así empezar a delinear uno de los tercios en pugna. Son, casi en su totalidad, votos drenados al oficialismo.
Dato determinante para el final de este capítulo. Con indisimulable auspicio pullarista, se presentó también en estas elecciones la boxeadora Alejandra “Locomotora” Oliveras con la evidente pretensión de pescar en la pecera granatista. Lo logró y se quedó con tres convencionales constituyentes, que seguramente votarán en línea con el oficialismo.
El peronismo, muerte y resurrección
La elección de 2023 fue una catástrofe para el justicialismo santafesino. No solamente perdió la gobernación por paliza sino también cayó derrotado en la categoría de diputados provinciales, tuvo que desalojar varias bancas del Senado y debió entregar intendencias de gran calibre, como Rafaela y Esperanza, amén de que en las dos grandes ciudades, Rosario y Santa Fe, hace décadas que no le toca ser oficialismo.
Con esa crisis irresuelta, el peronismo se presentó balcanizado a esta disputa electoral. Por un lado, el senador nacional del PJ Marcelo Lewandowski jugó por afuera con un sello propio. Por dentro del partido, el candidato fue un extrapartidario: Juan Monteverde, del espacio rosarino centroizquierdista Ciudad Futura. Hubo una tercera expresión, con la marca PAIS, del ex rossista Roberto Sukerman. El perottismo decidió no participar.
El resultado de esta interna a cielo abierto fue contundente. Monteverde hizo una notable elección en Rosario y quedó a apenas 3 puntos de Pullaro en esa jurisdicción. Le sacó más de 50 mil votos a Lewandowski en la ciudad más poblada de Santa Fe y casi lo duplicó a nivel provincial. Sukerman no figuró.
Es por eso que hubo festejos en el PJ. En un contexto caótico, de repente aparecieron buenos guarismos. No es uniforme en toda la geografía santafesina, se circunscribe mayormente a Rosario. Pero no es poco.
Especialmente, si se termina reconfigurando el tan mentado escenario de tercios. La cuenta es sencilla. En Santa Fe hay una mayoría electoral no peronista que pinta consolidada. Si esa franja se divide, el justicialismo se torna competitivo. Para ello, claro, deberá resolver la infinita fragmentación en la que quedó sumido luego del cataclismo de hace poco más de un año.