Dialogo y antropofagia social

El presente político brasileño permite indagar qué hay detrás del mantra del “consenso” y las “instituciones”. Cuando el diálogo es también un mecanismo para preservar privilegios.

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El dialogo y las instituciones son frecuentemente destacados de forma abstracta, tanto en los medios como en ciertos espacios académicos, como puentes para el desarrollo. La experiencia brasileña reciente muestra que, en una democracia joven y con una cultura política aún en formación, el diálogo y las instituciones realmente existentes pueden ser funcionales a la puja de intereses entre fracciones históricamente privilegiadas y cortoplacistas, no solo para sustituir un gobierno democráticamente electo, sino para poner en jaque las propias bases del capitalismo nacional.

 

Dialogo palaciego

El camino de Temer a la presidencia de Brasil se basó en el diálogo tras bambalinas, hilvanado a la perfección por el doble comando Temer-Cunha. Conseguir los votos en diputados y en el senado para la destitución de Dilma fue un largo proceso de negociación en el cual ya aparecían las ‘virtudes’ dialoguistas de la actual gestión. Así, desde las formas, el gobierno de Temer es eminentemente dialoguista. Sin ir más lejos, Lula también se destacó por su capacidad de diálogo, ya desde el comienzo de su mandato, con su Carta ao povo brasileiro. Algunos analistas e intelectuales señalan incluso que el dialoguismo marcó los límites de la experiencia petista. El intento distributivo con conciliación de clases habría terminado dado el cambio en las condiciones internacionales y la reacción de las elites. Cabe decir que no podríamos extender esta ‘virtud’ al gobierno de Dilma. El intento dialoguista post-elecciones de 2015, colocando a Levi como Ministro de fazenda e implementando una política de austeridad, terminó poco menos de dos años después con su destitución.

“Conseguir los votos en diputados y en el senado para la destitución de Dilma fue un largo proceso de negociación en el cual ya aparecían las ‘virtudes’ dialoguistas de la actual gestión”

A decir verdad, el dialogo no es una novedad en el escenario brasileño. Por el contrario, se trata de una parte constitutiva de la política (y tal vez de la sociedad) brasileña. Allá por 1936, en su Raízes do Brasil, Sergio Buarque de Holanda, entendía la indefinición entre lo público y lo privado como una característica típica del patrimonialismo brasileño, una manera de transitar, un jeitinho, en donde el ámbito institucional y el familiar se fundían como relaciones de amistad. No exento de interpretaciones, podríamos interpretar el actual (¿histórico?) dialogo palaciego, en el cual se excluye a una parte relevante de la población de la vida político-institucional, como un rasgo que acompaña a Brasil desde su momento colonial.

 

Bloqueo institucional

El camino de Temer al poder también fue y es estrictamente institucional. Lo que todos llamamos golpe no fue ni más ni menos que el formal funcionamiento de los tres poderes de Brasil. Podría decirse que el impeachment fue el artilugio institucional, que estas instituciones marcaron la debilidad política del PT. Lo que sea. Pero fue un camino institucional. A su vez, la base de sustentación actual de Temer, también es institucional, más precisamente parlamentaria. La popularidad de Temer es bajísima. Casi no pudo hablar en la apertura de los Juegos Olímpicos. Pero el parlamento sigue siendo por el momento su base de sustentación y es el que está aprobando las reformas que, en buena medida, de fondo, lo sostienen en su cargo: 1) previdencia, 2) tercerización, 3) reforma trabalhista y 4) participación del capital extranjero en el pre-sal. Un tiempo atrás, el parlamento le fue esquivo al PT. De ahí su necesidad de hacer alianzas con los diferentes poderes territoriales e intereses varios, para llegar, para sostenerse y, finalmente, salir del poder.

 

Como el dialoguismo palaciego, la desconexión entre la población brasileña, principalmente el povão, y las instituciones del poder real tampoco son novedad. En su libro Os bestializados (1939) José Murilo de Carvalho se preguntaba dónde estaba el pueblo de Rio de Janeiro en la república naciente, en 1888, un año después de la abolición de la esclavitud. Una ciudad sin ciudadanos era el resultado de la exclusión de la vida político-institucional de una buena parte de la sociedad. Carnaval, samba y futbol fueron algunos de los caminos paralelos transitados por ”os bestializados” cariocas.

 

Antropofagia social

La situación económica, política y social del Brasil de hoy continua en franco deterioro. Respecto a la economía, tres datos: el PBI trimestral desestacionalizado no para de dar tasas de crecimiento negativas desde el primer trimestre de 2015 hasta el último dato de 2016, el desempleo pasó de 6,5% en noviembre de 2014 a 13% en enero de 2017 y la utilización de la capacidad instalada en la producción de bienes de capital pasó de cerca de 85% en enero de 2014 a menos de 75% en enero de 2017. Nada sugiere que estos indicadores mejoren en el corto plazo. Respecto a la política, la situación es de fuerte incertidumbre. Cunha, el ‘doble comando’ de Temer en el Congreso, gran artífice de la destitución de Dilma, fue recientemente condenado a 15 años de cárcel por una causa derivada del Lava Jato. El poder judicial sigue actuando contra todo el sistema político y empresarial brasilero. Los casos Odebrecht y el de la carne merecerán ser estudiados con atención. Pocas veces el poder judicial de un país ha ido tan fuerte contra el seno de su propio empresariado. En una lectura benévola, Moro, la figura del poder judicial, es un fundamentalista que pretende limpiar de corrupción a Brasil, por más que eso implique desmantelar buena parte de su estructura empresarial y política y al costo de agravar la delicada performance económica brasileña de los últimos años. En una lectura más conspirativa, es difícil saber desde el llano a qué intereses responde el activo juez. Por su parte, las elites tampoco están cómodas: si bien recuperaron márgenes de ganancia, cayó la demanda. El caso de la carne, la llamada Operação Carne Fraca, le pega de lleno a la bancada ruralista. El caso Odedrecht va contra buena parte de los contratistas de Estado. Y así podríamos continuar. Mientras tanto, la situación social empeora. Aparejado al ya mencionado aumento del desempleo, la fragmentada violencia urbana crece, lo mismo sucede con las muertes en las favelas y con las personas en situación de calle. Carne podrida, carne negra, carne de carnaval, carne de periferia, carne picada, son el otro lado del dialogo palaciego.

“Lo que todos llamamos golpe no fue ni más ni menos que el formal funcionamiento de los tres poderes de Brasil”

El Brasil antropofágico tampoco es novedad. En su Manifiesto Antropofágico (1939) Oswald de Andrade intentaba pensar un Brasil inspirado en el ideal de indios tupis que capturaban a sus enemigos y los comían para apoderarse de su fuerza, coraje, virilidad, virtudes… El Brasil de hoy está lejos de ese ideal de síntesis externo-interna. Por el contrario, parece comerse a sí mismo: los pobres a los pobres, los ricos a los pobres, algunos pobres a algunos ricos, y algunos ricos a algunos ricos.

 

En suma, Brasil muestra que el diálogo y las instituciones en sí pueden conducir a un proceso de desarrollo real de una sociedad, o no. Ellas pueden ser sólo la forma en la cual las estructuras más retardarías perpetúen sus privilegios, aún poniendo en riesgo su propia sustentación.

 

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