Des-generadx

En su narración autobiográfica Soy Sabrina, Soy Santiago, SaSa Testa dio cuenta del proceso que lx llevó a asumir una identidad de género no binaria y demostró que, cuando hay que elegir un lado u otro, siempre se puede optar por ser puente.

SaSa Testa es, ante todo, una persona.

SaSa Testa es, ante todo, una persona que piensa.

SaSa Testa es, ante todo, una persona que piensa mucho antes de hablar. Quizá por instinto, quizá por costumbre, arranca a la defensiva, con la actitud ligeramente hostil y sutilmente burlona de quien está acostumbradx a explicar siempre un poco más de lo que le gustaría. Repite las preguntas, las mide, las pesa. Deja largos silencios antes de responderlas. Parece disfrutar de ese momento en el que todavía todo puede ser dicho. O callado.

 

SaSa Testa es profesorx de Castellano, Literatura y Latín; Especialista Superior en Conducción de las Instituciones Educativas de Nivel medio y Equivalentes; y Especialista Superior en Profesorx Tutorx (Joaquín V. González). Actualmente cursa la Maestría en Estudios y Políticas de Género en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) y trabaja como investigadorx con beca doctoral del Conicet en el Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Escribió La existencia de la Mocha Celis o la visibilidad en la invisibilidad educativa en 2016, compiló Cuerpxs en fuga en 2018 y también en 2018 presentó Soy Sabrina, Soy Santiago – Género fluido y nuevas identidades. Narrado en clave íntima, su último libro da cuenta del proceso que lx llevó a asumir una identidad de género no binaria.

Cuando finalmente habla, lo hace con la resignación algo fatigosa del docente que debe reponer una y otra vez el conocimiento del contexto, las circunstancias, las consecuencias de lo que quiere decir. Como si tuviera que reconstruir desde cero todas las categorías del mundo para poder explicarlo como realmente es. Pero SaSa no quiere explicar el mundo: quiere nombrarlo. Acaso para entenderlo mejor. Acaso para cambiarlo. Porque, en su experiencia, solo se transforma lo que puede ser dicho.

 

 

SaSa es también una persona que, cuando habla, elige cuidadosamente cada una de sus palabras. SaSa es, ante todo, una persona que elige. “No me siento ni totalmente mujer ni totalmente varón, no me identifico con ninguna de esas opciones binarias. Tampoco me siento representadx por el constructo de carácter patriarcal que se le asigna a la masculinidad ni a la femineidad hegemónicas. Creo que hay una infinidad de masculinidades posibles, pero ni siquiera el feminismo las está pensando: visibilizar que existen diferentes maneras de ser mujer o varón me parece fundamental para ser realmente más libres”.

 

Mira profundo, intenta ver más allá. Clava los ojos en los de su interlocutrx para entender quién está del otro lado. Escudriñar es el verbo exacto que habría que utilizar para describir su mirada. SaSa no mira: escudriña. Con el correr del tiempo se entiende que no desconfía de las personas, sino de las categorías. Para poder hablar con SaSa, es necesario empezar a dudar de todo lo aprendido hasta el momento. Porque, si algo sabe, es que las palabras siempre dicen más de lo que aparentemente dicen. “Escribir mi autobiografía fue un gesto político, pero además me permitió entender que mi historia no era única. Fue un movimiento fuerte: gracias a la publicación pude pasar de lo individual a lo colectivo, de la mismidad del yo a la historicidad de lo social. Tengo muy claro que los cambios no los produce una sola persona, nunca”.

 

“Escudriñar”: Examinar, inquirir y averiguar cuidadosamente algo y sus circunstancias (DRAE). Etimológicamente, la palabra escudriñar proviene del latín “scrutiniāre” forma verbal de “scrutinium”: la misma raíz que escrutinio. SaSa elige quién quiere ser y cómo quiere nombrarse. No es casual que haya optado por el formato autobiográfico para contar su historia personal: eligió narrar su cuestionamiento del género biológico que le fue asignado al nacer desde un género literario tradicionalmente considerado menor dentro del canon académico de la literatura. Un género menospreciado por femenino, justamente. Como reivindicación o como quiebre, SaSa eligió des-generar(se) por partida doble. Como si, para ser lx que eligió ser, realmente hubiera tenido que romper con los géneros: desarmarlos, cuestionarlos desde adentro y afuera. Escudriñarlos. Como si incluso las categorías “adentro” y “afuera” debieran ser puestas en cuestión. Como si hubiera que desgenerarlo todo. Para regenerarlo, para transgenerarlo, para travestirlo, para transformarlo. Para hacerlo de nuevo: esta vez a la medida de las personas.

Fotos | Georgina García

 

A fines de 2019, en línea con la ley de Identidad de Género, el Registro Civil de Mendoza modificó los documentos de dos personas que pidieron que sus DNI no indicaran sexo porque no se autopercibían mujeres ni varones. SaSa evalúa la posibilidad de hacer lo mismo. “Cada unx debería poder hacer lo que quiera con su identidad de género. No descarto la posibilidad de pedir un cambio en el DNI. Pero en definitiva sé que lo que diga el Estado sobre mí no cambia mi percepción acerca de cómo quiero que me nombren. No me interesa lo que digan el Renaper ni la Iglesia: yo sé perfectamente quién soy”.

En su libro, SaSa se refiere a algo mucho más profundo que la decisión de ser mujer o varón, o ni lo uno ni lo otro. En un país donde todavía hay hijxs apropiadxs por lxs cómplices de la última dictadura militar que no saben quiénes son, habla de su experiencia en la búsqueda y la construcción de la propia identidad, y del siempre doloroso pero liberador camino que va desde los mandatos hasta la elección. Porque, si de algo sabe SaSa, es de hacer elecciones. “Pienso todo el tiempo en qué tipo de sociedad quiero ayudar a construir: una sociedad con justicia social, sin sexismo, sin violencia, en la que todes tengan las mismas posibilidades que tuve yo. Me parece importante tomar conciencia de que, si pude hacer lo que hice, es porque ocupo un cierto lugar de privilegio. Yo no oculto quién soy, qué hago ni a la persona que amo. Pero sé que, para otres, hacer algo así implica riesgos más fuertes y concretos. Mi familia no fue un obstáculo, tengo una profesión y un trabajo, accedí a diferentes niveles educativos. Gracias a todo eso, pude tomar las decisiones que tomé. Es importante mencionarlo, es parte de mi militancia: quiero que algún día todos, todas y todes tengan esa posibilidad”.

 

SaSa Testa es, entonces, una persona que pudo decirse. Nombrarse para poder ser. Pero también es una persona que aprendió que no es lo mismo hablar que ser escuchadx. No hay palabras casuales en su discurso. SaSa elige qué decir. Elige, también, qué callar. Y elige cuándo romper el silencio. Quien quiera escuchar, que escuche: a veces no alcanza con oír. “Mi documento dice una cosa, la gente me lee de una manera, yo me pronuncio de otra. Hay un desfasaje entre lo que la gente ve, cómo me nombro y cómo me nombran después de haberme escuchado. Eso me da la pauta de qué poco nos escuchamos entre nosotrxs. Me hace pensar en cuán negligentes somos como sociedad y en cuánto de esa incapacidad de escucha nos afecta. Y no me refiero solo a la identidad de género. Esa es una entre muchas otras demandas que no se escucha pero no es la única, ni siquiera sé si es la más importante. Todavía hay gente que no quiere escuchar que hubo 30 mil desaparecidos. Hay gente que no quiere escuchar acerca de los refugiados, los migrantes, la represión. Yo tuve que hacer todo un recorrido para llegar a ser quien soy, y recién pude darme cuenta de ese desafasaje una vez que pude decirme”.

 

 

En el país de la grieta fácil, SaSa Testa se pronuncia puente. Habla de sí mismx en primera persona del masculino y usa la -e en el habla, pero a la hora de escribir agrega la –x final en todas las desinencias que indican género. En la introducción de su último libro explica su preferencia: “Aspiro a un mundo sin géneros, en el que ser hombre, mujer, trans o lo que cada unx elija no afecte su circulación ni deseabilidad social. En el que todxs seamos más libres. Muchxs dicen que la –x es molesta porque dificulta la lectura. Y es verdad. Por eso considero que es importante ponerla y la prefiero a la opción de la –e, porque señala que ahí hay una disputa, que ahí algunxs de nosotrxs queremos visibilizar la violencia (machista) del lenguaje”.

 

Fotos | Georgina García

 

SaSa planta la bandera del lenguaje inclusivo porque está convencidx de que las palabras forjan la realidad. A esta altura del partido, todxs perdimos la inocencia: el lenguaje también es político. Y, si de algo sabe SaSa, es de lenguaje. Y de perder la inocencia. Y de política. Y si algo sabe SaSa, es que lo personal siempre es político. “Desde que se empezó a hablar de identidades no binarias hubo un cambio social notable: empezamos a tener conciencia real de que el lenguaje que usamos para nombrarnos nos hace ver la realidad de otra manera. Cada vez que hablamos decidimos si vamos a usar un lenguaje binario y sexista o nos vamos a plantear nuevas posibilidades para conocer el mundo”.

 

La x, símbolo matemático de la incógnita, signo de lo desconocido, es un arma cargada de futuro en las manos de alguien que dispara las palabras como flechas contra todas las certezas. Porque no puede conocerse lo que no se desarma, lo que no se cuestiona, lo que se acepta como inmutable. “Después de publicar Soy Sabrina, soy Santiago recibí mensajes de muchas personas, entre ellas madres, padres y xadres, que me contaban que tenían hijes que se estaban cuestionando la identidad con respecto de su género asignado al nacer, y que el libro les servía para pensar qué tipo de maternidad y paternidad querían construir. También me escribieron chiques que habían leído el libro y me decían que se sentían identificades. Eso me genera felicidad. Ojalá mi libro sirva para que las próximas generaciones tengan niñeces más libres”.

 

En los mapas apergaminados, la x marca el lugar donde se esconde el tesoro. Pero, para encontrarlo, hay que animarse a buscar.

 

 

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