Bayer, el incómodo

'“Marcos Viola, el joven que tiró una bomba en la casa de Bonadío, frecuentaba a Bayer'. La frase fue publicada en Infobae con la firma de un tal Andahazi, basándose en un paper policial. A los 91 años, él aún incomodaba", recuerda el autor. Réquiem para una dinastía de autores indispensables.

Si la historia del país tiene los vaivenes de una montaña rusa, a Osvaldo Bayer le tocó partir en uno de sus descensos más empinados. Es al respecto hasta un simbolismo que la última mención de cierta prensa sobre su persona, en vida, tuviese un asombroso tono inquisitivo: “Marcos Viola, el joven que tiró una bomba en la casa de Bonadío, frecuentaba a Bayer”. La frase fue publicada el 20 de noviembre en Infobae con la firma de un tal Andahazi, basándose en un paper policial de dudosa factura. A los 91 años, él aún incomodaba.

 

Es probable que ahora haya fisgones del régimen en sus exequias para tomar nota –con “fines preventivos”– de los allí presentes. Lástima que Bayer no pueda divertirse con semejante circunstancia.

 

Lo cierto es que cuando los lobos de la actualidad aún no habían nacido él ya andaba a los tumbos con sus antepasados.
Para comprender, por ejemplo, la problemática mapuche en la localidad chubutense de Cushamen conviene echar un vistazo a los ocho números del periódico La Chispa (editado por Juan Carlos Chayep y Bayer entre diciembre de 1958 y abril del año siguiente), donde una serie de notas con su firma deja al desnudo las estafas contractuales de un grupo de comerciantes y estancieros encabezados por el diputado radical, Julio Telleriarte, para despojar de tierras a los pobladores originarios de dicha etnia. Casi 60 años después, a modo de prolongación del mismo conflicto (y con ese paisaje ya en manos de la familia Benetton), Santiago Maldonado fue empujado hacia la muerte en medio de una ataque represivo atroz y desaforado.

 

La obra de Bayer bailotea –tal vez involuntariamente– entre dos épocas con repeticiones de masacres y apellidos. Una fatalidad que él, incluso, supo padecer a veces en carne propia.

 

En este punto se destaca su campaña, a mediados de 1963, en la ciudad bonaerense de Rauch (llamada así en homenaje al coronel prusiano Friedrich Rauch, un aniquilador de indios durante las “epopeyas” civilizatorias previas a la Conquista del Desierto) para rebautizarla con el nombre de “Arbolito”; el jefe ranquel que lo decapitó el 28 de marzo de 1829 al concluir la batalla de las Vizcacheras. Ocurre que 134 años después ese proyecto la valió a Bayer 63 días de cárcel por orden del general Juan Enrique Rauch, bisnieto del muerto y funcionario impuesto por la cúpula militar al mandatario de facto, José María Guido. Una recurrencia casi borgeana.

 

También tuvo que vérselas con un notable grupo familiar, los Martínez de Hoz, puesto que los nietos del ministro de la última dictadura, José Alfredo, lo demandaron por “calumnias e injurias” a raíz del tratamiento que mereció el fundador de la dinastía, José (a secas), en la película Awca Liwen (Rebelde amanecer, en español, producida y realizada en 2011 por Mariano Aiello con guión de Bayer) sobre el saqueo y exterminio de los pueblos originarios. Tras años de litigio, el fallo fue absolutorio. Bayer entonces redobló la apuesta con otro documental; su título: Martínez de Hoz

 

Ya con Videla en la cima del poder, fueron quemados los tres primeros tomos de La Patagonia Rebelde, publicados en Argentina entre 1972 y 1974. El cuarto salió en Alemania a comienzos de 1978.

 

Un año y medio antes, en Ezeiza, a punto de partir rumbo al exilio, el brigadier Julio César Santuccione lo despidió a Bayer con emotivas palabras: “Usted va a salir ahora, pero nunca más va a volver a pisar el territorio de la patria”. Se ve que lo suyo no era el olfato.
Ya se sabe sobre la fecunda labor que desarrolló el biógrafo de Severino Di Giovanni luego de su regreso al país, en 1983.

 

Pero en esta temporada La Parca se disfrazó de Papá Noel.

 

La muerte de Bayer marca el final (físico) de una camada de periodistas que dignificó el oficio desde la segunda mitad del siglo XX. Lo precedieron en su partida otros dos últimos mohicanos de aquella generación: Rogelio García Lupo (el 16 de agosto de 2016) e Isidoro Gilbert (el 22 de octubre de 2018). A todas luces, una gloriosa mezcla: un nacionalista de izquierda, un comunista ortodoxo y un anarquista de pura cepa.

 

Qué tristeza que Bayer ya no esté para registrar el oprobio del presente.

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