Avances, retrocesos y un acuerdo

La economía que viene luego del acuerdo por la deuda y la renuncia a Vicentin.

“Tranquilizar la economía” repite siempre el ministro Guzmán, que hasta se animó a esbozar algo parecido a una sonrisa luego del arreglo con los bonistas. En este tiempo, ha estado a cargo tal vez de la tarea más antipática y difícil: equilibrar de alguna forma la economía sin darle tanto a la maquinita y arreglar deudas difíciles, todo reconfigurando compromisos que el país había adquirido por encima de sus posibilidades de generación de divisas.

Una negociación larga, en que el gobierno manejó de alguna forma los tiempos. Al decir de Cornelio Saavedra antes de los sucesos revolucionarios de 1810, hay que dejar que las brevas maduren, y había que darle tiempo al acuerdo. Apurarlo o parecer desesperado nos hubiera dejado a merced de cláusulas leoninas por parte de los acreedores. Mostrando una calma zen, Martín Guzmán se dedicó a ser “el ministro de tono inalterable”, en palabras de Cristian Giusti en un artículo para revista Zoom. Contrario al amateurismo del que hablara en las redes sociales Jorge Asís, se mostró como si estuviera refrescándose en una playa dorada con el agua en los tobillos y no braceando descontroladamente rodeado de tiburones. Afinando el lápiz, arrimando la oferta poco a poco, que el tiempo no sobraba pero tampoco apremiaba.

Parece ser algo relativamente bueno lo que se logró; hasta la oposición se ocupa de remarcar su apoyo al acuerdo y sus manifestaciones anteriores (bien ciertas) a favor de un entendimiento. Una quita de casi cuarenta y cinco puntos sobre cada papel de cien dólares no es poco, aún cuando haya sido compensado a los tenedores de bonos por la devaluación relativa del tipo de cambio. Siguiendo el planteo del gobierno, no se les pedía que dejaran de ganar, sino que lo hicieran un poco menos. Con vencimientos de montos relativamente menores a corto plazo, no sería disparatado pensar que el país puede cumplir sin costos significativos en las políticas económicas y sociales.

Ahora llega el turno del Fondo Monetario Internacional, nada menos. Acreencias por casi cuarenta mil millones de dólares, fruto del acuerdo de la gestión anterior que nos devolvió a la órbita del organismo, casi como la Revolución Fusiladora en 1956. Habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos y la futura negociación, aunque el apoyo del organismo internacional durante el proceso reciente da argumentos para pensar en la tácita voluntad de aceptación de una quita. La disputa incorporará otro aspecto clave: la soberanía del país para negociar la deuda y definir sus políticas económicas.

Pero estos tiempos son dialécticos, de logros y retrocesos. El acuerdo con los bonistas y Vicentin. Un juez se plantó en Reconquista y la estrategia de intervención no avanzó: quedó asegurada la continuidad del directorio sospechado de fugar capitales y vaciar la empresa. El Estado volvió a los cuarteles de invierno en una maniobra que había provocado ruidos en la comunicación, operaciones mediáticas y malos entendidos. Como en el juego del ludo, cayó de repente en la casilla que te devuelve al inicio del recorrido sin importar el camino que se había avanzado. Punto cero, todo está como era entonces.

Ojalá el acuerdo con los bonistas sea el punto cero para comenzar de alguna forma -y aunque sea artificialmente- la recuperación de la economía. Como cuando entrás a un auto y le querés dar arranque olvidando que dejaste la primera marcha puesta. El auto se sacude hacia adelante como en una convulsión antes de apagarse. Primero hay que poner punto muerto, las cosas en cero; así comenzó a ordenarse un poco la deuda. Ojalá venga pronto el tiempo de poner primera y que la economía empiece a arrancar. Que arreglar algo de la deuda externa sirva para continuar ocupándonos cada vez mejor de la otra deuda: la interna, con la situación social de muchos argentinos demandando toda la atención tanto en la preservación de la salud como de la economía. Para que el arreglo con los bonistas no quede en un acuerdo palaciego, de las altas esferas, sino que se traduzca de alguna forma en el robustecimiento de políticas de Estado para hacerle frente al contexto excepcionalmente adverso de la pandemia.

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