Ante la crisis inminente, nuevos desafíos políticos

Las encuestas indican que crece el mal humor social, pero hay que poner política y organización a ese mal humor. Por qué solo la lucha y la unidad del campo popular podrán alumbrar el programa de reconstrucción nacional.

Sin duda este primer tramo del 2018 ha marcado el comienzo del final del gobierno macrista. Una crisis cambiaria, provocada por causas exógenas, pero fundamentalmente por la impericia mostrada por el presidente y su equipo para enfrentar el problema, arrastró a todo un país a una tormenta perfecta: inflación, recesión, déficit fiscal y comercial, corridas contra el peso, dolarización de la economía, deuda externa, altas tasas de interés, tarifas abusivas, y una economía real que lentamente se paraliza, pronosticando un crack en el sistema productivo más un crack en todo el sistema financiero.

 

Ante la crisis el gobierno sólo atina a atarse a los designios del FMI, por lo tanto no solo no habrá cambios en las políticas económicas, sino que se profundizarán. De más está decir que el “ajuste” va a caer sobre los jubilados y pensionados, los trabajadores, los beneficiarios de los planes sociales, los trabajadores estatales y sobre amplios sectores medios. Sólo el atisbo de intentar cobrar algo de retenciones a la soja y otros cultivos generó una revuelta en los aliados del gobierno. A ellos NO, la clase dirigente no paga impuestos y no se ajusta. El ajuste siempre es para los pobres.

 

EL tarifazo en los servicios públicos muestra un manotazo en los bolsillos de la clase media y los trabajadores en beneficio de las empresas privatizadas, empresas que pertenecen a personajes como Midlin o Caputo, amigos y testaferros de Mauricio Macri.

 

El apuro de Macri por vetar la ley que limitaba el tarifazo es para proteger los ingresos de las empresas de sus amigos y no afectar la matriz de negocios que sustenta el grupo Macri.

 

Decíamos en artículos anteriores que el gobierno mostraba como un triunfo la superación de la corrida del mes de mayo. Sin embargo, la crisis no fue superada, a lo sumo postergada, a un costo altísimo para el país.

 

Causa preocupación el autismo con que el gobierno pretende encarar la crisis, la falta de política, la sumisión y entrega al FMI y lo más grave es que no tienen un plan alternativo.

 

Einstein decía que es locura creer que haciendo lo mismo se van a conseguir otros resultados. Macri sigue con el mismo rumbo que nos llevó a esta crisis. Sin querer ser apocalípticos, creemos que vamos en un tren a toda velocidad, no hay luz al final del camino, sino un paredón donde nos estrellaremos inexorablemente.

 

Todo pende de un hilo. El mundo se sume en una guerra comercial y vamos a una recesión con aumentos de la tasa de interés en los EEUU. El peor de los mundos para la economía argentina. Macri y su equipo nunca entendieron lo que estaba pasando en política internacional, cómo el triunfo de Trump aceleró un mundo nuevo, más peligroso y violento.

 

Ese escenario mundial nos juega en contra. Una economía abierta, tanto financiera como comercialmente, nos hace muy vulnerables ante cualquier brisa en contra. Si a ese escenario mundial le sumamos la incapacidad del macrismo para gobernar, la inviabilidad de su proyecto económico y político, con su relato roto, sin credibilidad ante la opinión pública y comenzando a resquebrajarse las alianzas que los llevaron al poder, podemos avizorar que se nos vienen nuevas corridas, estanflación, corralitos, corte de cadenas de pago, crack en la economía real, cierres y despidos masivos, etc. Y por supuesto aumento exponencial del conflicto social.

 

Seguramente la respuesta del gobierno será la represión, que les permita sofocar la protesta y llegar con este modelo hasta las elecciones del 2019. Parece bastante inviable, pero… ¿cuánta represión se necesita para acallar al pueblo?

 

Sin duda este escenario futuro nos obliga a pensar una estrategia para enfrentarlo.

 

Es indudable que existe un gran mal humor social, todas las encuestas los muestran. Hay que poner política y organización a ese mal humor. La unidad del campo popular es el otro eje. Los que dividen por derecha o por izquierda le hacen el juego al gobierno.

 

Es fundamental en esta etapa la reconstrucción de un movimiento nacional de liberación, donde puedan confluir todas las fuerzas políticas que se definan dentro del campo nacional y popular. También deben sumarse los trabajadores organizados, los empresarios pyme, los movimientos sociales, los estudiantes, la gente de la cultura, la iglesia, todas las organizaciones de la comunidad, etc. Este movimiento debe ser masivo, con capacidad y sabiduría para construir un programa de reconstrucción nacional que pueda contener y representar en su seno toda la diversidad que es hoy la sociedad argentina.

 

Este programa debe tener como eje estratégico políticas anti imperialistas y de inserción en la Patria Grande latinoamericana. Si quedó claro algo en esta última década fue que ningún país sudamericano tiene destino solo. Solo en la unidad continental puede encontrar cada pueblo su destino.

 

Teniendo claro los ejes estratégicos es necesario un programa de reconstrucción nacional. No sólo hay que tomar el poder sino después gobernar, teniendo claro que el neoliberalismo nos deja una tierra arrasada, con daños profundos en el tejido social, político y económico.

 

Una deuda externa que nos condicionará por décadas, índices de pobreza y marginalidad altas, cientos de pymes cerradas, desocupación masiva, y más allá de lo económico, una justicia corrompida, un descrédito en las instituciones y en la política, etc, un cóctel complejo para desarmar.

 

Por ello, el programa de gobierno debe contemplar el inmediato llamado a una asamblea constituyente, que redacte una nueva constitución que apunte a una democracia directa y social, y que rescate los avances de la Constitución de 1949; avanzar en la nacionalización de las empresas de servicios públicos, del petróleo y de los recursos naturales estratégicos; desmontar todo el andamiaje legal del neoliberalismo que nos viene encadenado desde hace décadas, como la Ley de inversiones extranjeras o la Ley de entidades financieras. Cadenas que nos atan y condicionan desde Martínez de Hoz y sus Chicago Boy. Reconstruir el Estado como herramienta de desarrollo económico y social.

 

Iniciar un programa de reindustrialización a través de las pymes, agregando investigación y desarrollo en la producción a partir de una alianza estratégica productiva entre las universidades, el estado, los trabajadores y los empresarios pymes. La tarea central del próximo gobierno será generar trabajo.

 

Se necesita una nueva política educativa en todos los niveles, agregando recursos pero también modernizando todo el sistema, desburocratizando y poniéndolo al servicio de la comunidad.

 

Dos ejes también centrales, déficit desde hace más de 70 años, hay facilitar el acceso a la tierra y a la vivienda para los sectores populares. Un ambicioso plan de tierras y viviendas además de satisfacer una demanda social pueden generar cientos de puestos de trabajo bien remunerados.

 

Tenemos que salir a dar esta batalla política contra el macrismo, el FMI y la oligarquía que está detrás de este modelo político económico.

 

Son ellos o nosotros. El pueblo argentino ha dado muestra a lo largo de la historia a su capacidad de lucha. Y esta vez no será la excepción.

 

Las grandes batallas de la historia argentina se han dado en la calle y ahí es donde debemos construir esta nueva alternativa de poder popular en la Argentina.

 

Hay que construir otro 17 de Octubre, otra movilización de masas en la calle que subvierta el orden político vigente.

 

A su vez, junto a la lucha, es necesario profundizar el debate para lograr unidad de concepción y la mística en el seno del pueblo. La acción y la teoría deben ir de la mano en todo proceso político.

 

La lucha generará nuevos dirigentes o referentes, o convalidará a otros que ya están.

 

Es necesario dar esta batalla. Desde el peronismo no podemos quedarnos al margen, debemos por historia y compromiso liderar este proceso de renovación y transformación.

 

El único núcleo político, aún con contradicciones, que tiene cuadros, historia y práctica revolucionaria es el peronismo, por lo tanto no existe hoy un movimiento nacional de liberación sin el peronismo en su seno.

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