Alepo y el rompecabezas de la guerra

El asesinato del embajador ruso en Turquía representa un nuevo capítulo del ajedrez bélico y comercial que atraviesa Siria. Trump, Obama y el escenario que se viene.

andrei-karlov

En todo país ordenado, cuando un inquilino termina su alquiler debe hacer una limpieza a fondo de la propiedad que deja. Parece, empero, que Barack Obama entendió la consigna al revés y, antes de abandonar la Casa Blanca, se está esforzando por sembrar el caos. Los motines en Venezuela, el conato opositor en Cuba, los violentos tiroteos en Ucrania, el asesinato del embajador ruso en Turquía y el incendio de seis ómnibus del gobierno sirio que se dirigían a evacuar a la población de dos aldeas chiitas sitiadas por los islamistas muestran que la CIA y su presidente se rehusan a reconocer su derrota en Alepo, creando el caos para que Vladimir Putin y Donald Trump no alcancen la paz en Siria y acuerden el control sobre el petróleo y el gas de Levante.

 

El asesinato este lunes a la mañana del embajador ruso ante Turquía, Andrei Karlov, ejecutado por un ex oficial de la policía turca dado de baja después del frustrado golpe de estado de julio pasado, no pudo impedir que a partir de este martes se encontraran en Moscú los ministros de relaciones exteriores de Rusia, Turquía e Irán, para acordar el guión que deberán seguir las próximas negociaciones de paz entre el gobierno sirio y las organizaciones rebeldes. Cada uno con sus intereses particulares, estos tres países son los que más influencia ejercen sobre los actores en la guerra en Siria.

 

Mientras que Rusia necesita un Estado amigo para tallar en el Mediterráneo Oriental y controlar el trazado de los oleo y gasoductos de la región hacia Europa, Irán trata de romper el cerco de las potencias reaccionarias del Golfo e Israel, proteger a las minorías chiitas dispersas en Siria y Líbano y, después del levantamiento de las sanciones, hallar una salida hacia Europa de su petróleo y gas. Turquía, en tanto, protege al islamista Yabhat Fatej al-Sham (el frente antes llamado al Nusra en el que al Qaeda tiene un papel central), activo en el noroeste del país, y quiere evitar que los kurdos de la frontera sirio-turca se expandan hacia Turquía y hacia el centro de Siria. Si bien sigue reclamando la renuncia del presidente Baschar al Assad, coincide con él en enfrentar a los kurdos y al Estado Islámico (EI). Se trata de intereses encontrados, pero no irreconciliables. Será tarea de buenos diplomáticos urdir una solución que convenga al gobierno sirio y a estas tres partes externas.

 

Al revés de los fracasados intentos multilaterales impulsados por la ONU, este encuentro sigue un nuevo formato: se encuentran las potencias con influencia sobre las fuerzas combatientes, para acordar un cese del fuego regional que después pueda extenderse al resto del país. Ya el pasado viernes 16, en conferencia de prensa en Japón el presidente ruso Vladimir Putin dijo a los periodistas que el siguiente paso para restablecer la paz en Siria después de la reconquista de Alepo es alcanzar un alto el fuego en todo el país.

 

Como hay muchos más involucrados en la guerra siria y cada una de estas potencias tiene sus propios conflictos internos, abundan las operaciones de inteligencia y las campañas de rumores. Si bien fueron los servicios secretos de Rusia y Turquía quienes convinieron el cese del fuego y la evacuación de combatientes y civiles desde la recuperada parte oriental de Alepo, el gobierno turco rechazó este lunes haber hecho un acuerdo secreto con Rusia sobre el futuro de Siria. El rumor fue puesto en circulación por fuentes norteamericanas que temen el creciente acercamiento entre los dos países después del fracaso del golpe de estado que Washington impulsó contra el presidente Recep T. Erdoğan en julio pasado. Como todos los rumores, tiene una base cierta, ya que Ankara últimamente ha sido muy tolerante hacia el apoyo que Moscú da a Assad, mientras que la segunda cierra los dos ojos ante la intervención del ejército turco en el noroeste de Siria para combatir a los islamistas y los kurdos.

 

El acuerdo ruso-norteamericano

Si algo debe agradecer el sufrido pueblo sirio al norteamericano, es la elección de Donald Trump. Ni bien el magnate fue electo, cesó el apoyo militar norteamericano para los islamistas y el gobierno sirio pudo liberar Alepo con apoyo ruso. Aunque la recuperación de la segunda ciudad del país implica el restablecimiento fáctico de la unidad del Estado, la simultánea recuperación de Palmira por el Estado Islámico (EI) amenaza seriamente el centro del país y obliga al rápido desplazamiento de las mejores unidades del ejército sirio. También por esta razón Turquía y Rusia están interesadas en alcanzar un cese del fuego en el noroeste.

 

La toma de Alepo sepultó la conspiración para dividir Siria que los monarcas del Golfo e Israel llevan adelante desde 2011 con el apoyo de los Estados Unidos. Esta derrota norteamericana podría haber replicado la de Vietnam, si el 8 de noviembre pasado los votantes estadounidenses no hubieran dado un volantazo a su política mundial. El presidente electo de los EE.UU., Donald Trump, está convencido del fracaso de la estrategia ejecutada por Barack Obama y la CIA, por lo que busca contener los daños externos seleccionando mejor las prioridades de las intervenciones norteamericanas y buscando la cooperación con Rusia en Levante y el Mediterráneo Oriental.

 

Al nombrar a Rex Tillerson, presidente de Exxonmobil, como Secretario de Estado, Trump señaliza a Moscú su disposición a compartir el control del petróleo y el gas entre la cuenca del Mar Caspio y la iraní. Exxonmobil tiene desde hace años una intensa cooperación con el gigante ruso Rosneft en el Ártico y perdió más de mil millones de dólares por las sanciones impuestas a Rusia por el gobierno de Obama después del golpe de estado en Ucrania en febrero de 2014. La designación de Tillerson preanuncia también una decisión para construir junto con los socios rusos e iraníes el gasoducto iraní-iraquí-sirio-libanés, bloqueado desde el inicio de la guerra por ser competidor de otros dos proyectos (el Transcaspiano y el del Golfo a Turquía) propulsados por Chevron y Shell. Se trata de saber quién llevará el fluido a las cocinas europeas. Si la tubería continúa hacia Turquía o acaba en el puerto sirio de Latakia, bajo la vigilancia de la base naval rusa de Tartus, depende de la habilidad que tenga la diplomacia turca para acomodarse al venidero acuerdo ruso-norteamericano en la región.

 

Si en la reunión ministerial de Moscú se diseña un plan de ruta para progresivos ceses del fuego, intercambios de prisioneros y evacuaciones de civiles, a partir del 20 de enero Siria y los tres actores regionales pueden combinar sus esfuerzos con los que por vía paralela realice la diplomacia norteamericana. Ésta tendrá la difícil tarea de controlar a los israelíes y los jeques árabes, así como a los kurdos y a los terroristas que la propia CIA armó en el sur del país. Si ambos rieles marchan al unísono y Obama no logra dinamitarlos, en algún momento puede avanzar el tren de la paz.

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