A MI NO ME PASA LO MISMO QUE A USTED

Jorge Dorio en su columna semanal reflexiona sobre los medios de comunicación y la columna vertebral en la que se convierten para aquellas conciencias que votan en contra de sus propios intereses.
medios de comunicacion

A lo largo de muchos años en la práctica periodística he terminado por aceptar que, en ciertas coyunturas, uno tiene el derecho de decidir ganarse el infierno.

Hablo de esos momentos en que se establece un tácito consenso sobre lo que no debe decirse porque la melodía en cuestión actuaría a favor del adversario y agravaría la crisis, consolidando un aire de derrota de consecuencias funestas para ese universo de ideas y miradas sobre el futuro de la Patria que uno viene defendiendo a rajatabla desde hace una eternidad.

Acepto que esta prevención resulta muchas veces inobjetable. Cierta tilinguería de rígido principismo, cierto encono contra sectores del peronismo más reacio a un fervor progre sin matices o la incomprensión de la flexibilidad exigida por un frente electoral que se convierte en una coalición de gobierno, son manifestaciones que no me he privado de señalar y criticar.

Mi guasada – nobleza obliga– apunta a susceptibilidades más profundas.

Con el relanzamiento de la campaña electoral, una cantilena recurrente ha teñido buena parte del discurso de nuestra gente.

Hago hincapié en mi pertenencia al campo popular y mi voluntad en sostenerlo sin temer una eventual dieta de sapos que aceche entre las consecuencias inmediatas de estas afirmaciones.

Me refiero, concretamente, al empeño en detectar las razones de la dura derrota en las PASO para decidir las acciones que podrán operar el milagro de revertir los resultados en los comicios de noviembre.

En todos los casos, se ha insistido en no cometer la herejía de condenar la decisión de los ciudadanos que, además de no votar por el Frente de Todos, optaron eventualmente por apoyar las listas que, con mayor o menor cantidad de disfraces, ofreció la derecha liberal.

Va de suyo que nadie en su sano juicio saldría a la palestra acusando de ignorancia o traición a los compatriotas que no nos acompañaron con su voto. Lo que trato de sostener es que una derrota como la sufrida tampoco se revierte maquillando a cada dirigente para transformarlo en Mister Simpatía. Escuchar la demanda popular no implica convertirse en una pizarra en blanco e ir acumulando en ella las diversas demandas que surgen desde los muy variados núcleos que conforman el pueblo. En principio, una acción semejante revelaría que antes de la derrota electoral no existía un rumbo que, a su vez, provenía de una doctrina. Si el rumbo contenía errores, siempre se lo puede corregir explicando el por qué de esos desvíos. Pero aún en el reconocimiento de un paso en falso, debe sostenerse la solidez de la doctrina que nos funda y nos da sentido.

Una cuestión determinante, en este sentido, es la relación con los medios de comunicación y las acciones que en ellos se desarrollan.

Conocemos desde hace tiempo la desproporción entre las bocas de difusión de los intereses hegemónicos y las voces propias. 

En ese duelo desigual tal vez sería interesante potenciar un extensa red de microemisores capaz de actuar entre las grandes cadenas y las plataformas digitales. Pero no se trata de desarrollar ahora esa discusión. Resulta más preocupante la imposibilidad de desarticular más eficazmente el establecimiento de agenda cotidiana que torna en algo enredado y miserable la discusión política.

Durante dos o tres semanas hubo que soportar que cada dirigente peronista que enfrentaba un reportaje se viera obligado a responder si había que buscar las razones de la derrota en la foto de Olivos o en el vacunatorio VIP. Acto seguido se aludía a la catastrófica situación económica.

En términos reales, la mancada presidencial de la foto fue –digamos– un desatino frívolo que se pudo evitar, pero en ningún momento atentó contra la reconstrucción del sistema de salud o el notable éxito de la campaña de vacunación. El mentado vacunatorio VIP nunca debió ser reconocido en esos términos con que todavía se designa un episodio menor que, a su vez, suele conducir a una infame estigmatización del ex ministro de salud.

Hace pocos días, un conductor de escasas luces pero profunda impudicia informativa, se burló del gobernador de Chaco por la emoción manifiesta del dirigente al abrir una canilla. El episodio sucedió en Charata, tierra incógnita para muchos de los polemistas.

Quien ha tenido la fortuna de pisar una infinidad de rincones de la Patria, sabe lo que significa en muchos de nuestros pueblos el acceso a un recurso tan básico como el agua. Lo que sucedió en Charata justificaba largamente la emoción del gobernador Capitanich. Porque después de una eternidad de carencias, lo que se inauguraba era una red de agua potable con una capacidad de suministro mensurable en millones de litros de agua al alcance de todos los pobladores. Hubiera sido interesante que junto a las réplicas indignadas de los comunicadores que aclararon la cuestión, se hubiese facilitado la respuesta de los habitantes de Charata para obligar a los mentirosos profesionales a hacerse cargo de sus bajezas. Algo parecido a lo que obstinadamente vienen sosteniendo los abnegados familiares de los marinos del ARA San Juan.

A lo que apunto es que junto a los empleados de las corporaciones que ponen el rostro en la construcción de fake news y en el apoyo de las operaciones del lawfare, hay segmentos de la población que creen a pies juntillas las disparatadas infamias que se difunden y, más allá de su propia voluntad, van consolidando un sistema de comprensión de lo real que los vuelve manifiestamente débiles ante la manipulación.

Esta inducción ideológica viene funcionando en oleadas históricas que acumulan el sedimento de la mentira en capas que los períodos de gobiernos populares no se han ocupado de dragar. Los años de la Fusiladora, las proscripciones y falsedades avaladas por partidos democráticos, la carnicería de la dictadura del 76 y los cuatro años de macrismo han trabajado con prolija coherencia para conformar un paisaje histórico aggiornado en cada oportunidad para minar las acciones del movimiento nacional. Y en todas las etapas siniestras mencionadas ha existido una evidente coherencia en el plano de las acciones económicas.

Las PASO han demostrado que en muchos de nuestros compatriotas se ha logrado alterar la percepción de su propio lugar en la comunidad y de sus intereses a futuro. Esto sucede sin que sea posible determinar la adhesión partidaria de cada cual.

En este punto, la teoría de la grieta ha sido una herramienta de extrema utilidad para las fuerzas conservadoras al servicio de intereses externos. Si se reconoce la mentada grieta como un fenómeno real, la discusión política y el análisis crítico de la realidad se convierten en herramientas del tedio y lo inconducente.

No vale la pena discutir porque cada uno ha elegido su lugar en el mundo a partir de dos opciones falsas. En ese sentido, la grieta funciona como la teoría de los dos demonios. Y la necesaria ligazón de los pequeños hechos cotidianos y las grandes disyuntivas históricas se desanuda confundiendo todo el panorama.

En hechos que no son tan lejanos, la necesaria recuperación de las Fuerzas Armadas subordinadas al orden democrático y emparentadas con la voluntad popular, exigió que se retomaran las banderas de memoria, verdad y justicia hasta que los jerarcas del régimen y algunos de sus cómplices terminaran sus miserables vidas en prisión.

También en este plano algunas cuestiones parecen estar desdibujándose y los colaboracionistas de la dictadura van perdiendo poco a poco el miedo a manifestar la oscuridad de sus convicciones. Esta cuestión está estrechamente ligada a la comprensión de fenómenos como el endeudamiento y la fuga de capitales que son las verdaderas razones de nuestra odisea económica.

Hacia 1951 el general Perón insistía en la necesidad de diferenciar los aspectos de la conducción en los asuntos relativos al gobierno y a la política. Y aseguraba que “el arte de la conducción presupone vivir la situación. No solamente conocerla. Vivir la situación presupone conocer los hombres, la historia y los hechos, tres cosas que se enuncian con tanta facilidad, que comprenden el conocimiento integral de la vida”. Respecto de los momentos más delicados en distintos planos, el general sostenía:

“La conducción en el orden internacional es igual que en el orden interno:es una misma lucha. Y más en estos tiempos porque son luchas ideológicas.(…) Lo importante es no equivocarse en cuál es el objetivo principal y cuál el secundario. Donde y cuando, ese es todo el secreto”.

Finalmente, Perón hablaba del peso fundamental en la educación y adoctrinamiento del pueblo haciendo hincapié en cimentar constantemente el desarrollo de una conciencia social para poder enfrentarse al verdadero enemigo: 

“(…) el espíritu maldito del individualismo , carente de sentido social y de sentido político, que no sólo ha hecho de cada hombre un lobo, sino que ha hecho lanzar unas naciones contra otras”.

Para hilvanar el sentido de estos comentarios dispersos, quisiera regresar a mi objeción del comienzo respecto de la tentación de seducir desde el marketing aquellas orientaciones que no se conquistaron desde el persuadir de la política.

Y, finalmente, recordar que el nido de la serpiente sigue estando asentado en el ínfimo territorio de nuestra Ciudad Autónoma. Es intolerable que en muchos compañeros siga haciéndose carne la idea de que Buenos Aires es un territorio inconquistable, mientras simultáneamente se van cediendo los lugares de lucha, resistencia y adoctrinamiento que deberían florecer en cada comuna. Pero no solamente para manifestarse en nuestros libros, en nuestras publicaciones o en las unidades básicas sino también en el café y en la verdulería.

Creo que los temas puntuales que abordamos en esta columna semanal deben, alternarse, cada tanto, con discusiones más abarcadoras y con la recuperación de un sentido de justicia plena que no muera en la lucha despareja del espacio mediático.

En las últimas jornadas, los tribunales han demostrado con  una feroz contundencia la condición de causas armadas como Qunitas, dólar futuro y finalmente el memorándum con Irán. En todos los casos, los imputados han sido declarados inocentes. Pero esto no impide que se siga aludiendo a esos temas como sucesivos capítulos de una supuesta corruptela peronista. Nada de esto redime tampoco el daño causado por la acción asesina que terminó con la vida de Héctor Timerman.

El próximo 14 de noviembre hay una jornada electoral. Pero la supervivencia de los porteños y la dignidad de todos los argentinos son una lucha para tener presente cada día que despertamos.

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