A 50 años del asesinato del poeta Roque Dalton

El 10 de mayo de 1975 el poeta salvadoreño Roque Dalton fue asesinado en circunstancias confusas por miembros de la guerrilla a la que se había sumado. Su poesía llega a hoy indemne. Por Pablo Solana

El gran material del poeta
es la vida en todas sus manifestaciones
R. D.

Enero de 1962. La Revolución Cubana cumple tres años y La Habana es un hervidero. Para ahogar a la Isla, los EE.UU. habían forzado la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos. Como respuesta, Fidel convocó a una Conferencia de los Pueblos y redobló la apuesta. En defensa de la revolución acudieron más de un centenar de líderes políticos latinoamericanos: los expresidentes Lázaro Cárdenas, de México, Jacobo Árbenz, de Guatemala, el senador y futuro presidente chileno Salvador Allende, y el dirigente revolucionario Fabricio Ojeda de Venezuela. Allí estaba, también, junto a un grupo de militantes del PC salvadoreño, un estudiante de 26 años de apellido Dalton.

El 4 de febrero, días después de realizada la Conferencia de los Pueblos, Fidel encabezó la mayor concentración popular en la historia de Cuba. Frente a más de un millón de personas pronunció la Segunda Declaración de La Habana: “No nos detendremos hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya tantos han muerto inútilmente. ¡Ahora los que mueran morirán como los de Cuba, los de Playa Girón morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia!”.

Esa tarde, entre la multitud, Roque sintió que Fidel le hablaba a él.A partir de ese momento su sensibilidad literaria se identificará definitivamente con el destino de la revolución.

En Cuba escribirá nuevos poemarios, ensayos políticos y artículos periodísticos. Y se codeará con las principales figuras de la literatura identificadas con los procesos de liberación: con Julio Cortázar se profesarán admiración mutua, trabajará junto a Mario Benedetti, será compañero y amigo de Roberto Fernández Retamar, dialogará con Ernesto Cardenal sobre el rol de los cristianos en la revolución.

Fue tal su identificación con la Isla que escribió, parafraseando a Martí:

Dos patrias tengo yo:

Cuba y la mía

También allí se entrenará para sumarse a la guerrilla de su país, lo que sucederá a finales de 1973.

De testigo a protagonista

Roque Dalton fue uno de los más influyentes poetas centroamericanos de la segunda mitad del siglo XX. En 1969 ganó el premio de poesía Casa de las Américas, cuando esta institución cubana era el faro de la cultura revolucionaria de toda América Latina y del “tercer mundo”.

En su obra literaria dejó huellas de cada paso obligado por más de una cárcel, de sus amores y aventuras, de su militancia y sus variados exilios. Las expresiones del título y del epígrafe de este artículo fueron dichas por Dalton en diálogo con el poeta cubano Fayad Jamís. Más potente aún es la cita completa que las contiene: 

Creo que el gran material del poeta es la vida en todas sus manifestaciones. Todo lo que cabe en la vida cabe en la poesía. Para escribir acerca de la revolución, por ejemplo, debemos partir del hecho de que en el mundo actual existen cosas que no podemos ignorar. El poeta (…) debe ser un testigo de su tiempo, pero un testigo especial, un testigo corroído por la pasión.

La misma idea desarrolla en su ensayo “Poesía y militancia en América Latina”, publicado en la revista Casa de las Américas en septiembre de 1963: “Tengo un viejo postulado al que considero lleno de honestidad: todo lo que cabe en la vida cabe en la poesía”.

Esa idea maduró en sus últimos trabajos. Entre los Poemas clandestinos que escribió durante su tiempo en la guerrilla se encuentra “Arte poética 1974”, que en tres sencillos y potentes versos sentencia:

Poesía

Perdóname por haberte ayudado a comprender

que no estás hecha sólo de palabras.

La imbricación de literatura, historia, identidad y compromiso que en otras sociedades podría haber sido motivo de prestigio, en una Centroamérica arrasada por dictaduras –y vigilada de cerca por la CIA– fue motivo de escarnio.

La Agencia Central de Inteligencia de los EE.UU. fue, precisamente, el organismo encargado de su más severa persecución. Por orden de la “Agencia” lo secuestraron en septiembre de 1964 en San Salvador y lo mantuvieron en cautiverio durante 51 días. Logró escapar de manera fortuita. Se exilió y continuó su labor literaria y su militancia sin descanso.

A esa altura el poeta ya había dejado de ser testigo: estaba protagonizando, junto a sus camaradas y a su pueblo, la historia viva de El Salvador.

La persecución a Dalton, más allá de la Guerra Fría Cultural

Si la Guerra Fría reordenó al mundo en función del enfrentamiento geopolítico entre los Estados Unidos y la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, la denominada “Guerra Fría Cultural” se concentró, en cambio, en el período de intentos revolucionarios más candentes –durante la década de 1960– y apuntó, específicamente, a la disputa ideológica en el ámbito de la cultura, el arte y la intelectualidad.

Una cantidad considerable de estudios y documentos dan cuenta de la acción de la CIA en la promoción de esa disputa por los más variados métodos. Instituciones como el Congreso por la Libertad de la Cultura, revistas literarias y festivales de arte fueron el mascarón de proa tras el que siguieron acciones de inteligencia de más fino calibre.

En América Latina la batalla cultural no se limitó a esas formas de “poder blando”: fue librada de manera más carnal, cuerpo a cuerpo. Harold Swenson, jefe de Contrainteligencia de la Unidad Asuntos Especiales de la CIA –la dependencia encargada de las operaciones encubiertas contra la Revolución Cubana– fue quien se encargó del “caso Dalton”. La información consta en una serie de cables secretos desclasificados dados a conocer algunos años atrás. El poeta pudo huir del secuestro del año 1964, pero las palabras de su captor le quedaron grabadas desde entonces: “Cuando yo digo que hay que liquidarte, hablo de hacerlo en una forma total, liquidando inclusive todo buen recuerdo tuyo; no vas a quedar como un héroe para la historia sino como un traidor”, le dijo, según reconstruye Dalton en su novela de tintes autobiográficos Pobrecito poeta que era yo… También en su poesía dejó rastros potentes de todo aquello. Durante su exilio en Praga dio forma a los “Poemas de la última cárcel” que incorporó en el libro Taberna y otros lugares. Es el caso de “Huelo mal”:

Huelo a color de luto en esos días
que las flores enferman por su precio
cuando se muere a secas el que es pobre
confiando en que ya pronto lloverá.

Huelo a historia de pequeña catástrofe
tanto que se ha podido quedar con los cadáveres
huelo a viejo desorden hecho fe
doctorada en respeto su gran llama.

Huelo a lejos del mar no me defiendo
el algo he de morir por tal olor
huelo a pésame magro les decía
a palidez de sombra a casa muerta.

Huelo a sudor del hierro a polvo puesto
a deslavar con la luz de la luna
a hueso abandonado cerca del laberinto
bajo los humos del amanecer.

Huelo a un animal que sólo yo conozco
desfallecido sobre el terciopelo
huelo a dibujo de niño fatal
a eternidad que nadie buscaría.

Huelo a cuando es ya tarde para todo.

Dulzura en medio de la batalla

A finales de 1973, Dalton se integró al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de su país. Desde entonces y hasta el momento de ser asesinado escribió en un cuaderno que llevaba siempre consigo una serie de poesías que reunió bajo el título Historias y poemas de una lucha de clases, pero que se dio a conocer años después como Poemas clandestinos.

En las duras condiciones de la guerrilla escribió uno de sus poemas más conocidos: “Como tú”, que expresa una alta dosis de ternura, lo que para Dalton no era incompatible con el rigor de la vida clandestina:

Yo, como tú,

amo el amor, la vida, el dulce encanto

de las cosas, el paisaje

celeste de los días de enero.

También mi sangre bulle

y río por los ojos

que han conocido el brote de las lágrimas.

Creo que el mundo es bello,

que la poesía es como el pan, de todos.

Y que mis venas no terminan en mí

sino en la sangre unánime

de los que luchan por la vida,

el amor,

las cosas,

el paisaje y el pan,

la poesía de todos.

En coincidencia con el 50 aniversario de su asesinato, acaba de ser publicado un poemario inédito, que reúne poesías que Dalton había dejado agrupadas bajo el nombre El amor me cae más mal que la primavera y que hasta el momento no habían sido publicadas como libro, tal como el autor las concibió. La publicación es resultado de una alianza de editoriales independientes(1) en Colombia, Venezuela y México. Esos poemas también fueron terminados en condiciones difíciles: durante el tiempo de preparación en Cuba para sumarse a la guerrilla, lo que le implicaba una rigurosa rutina de aislamiento. El sarcasmo, la chispa y el atrevimiento que caracterizan gran parte de su poesía conviven, en este trabajo, con el abordaje sin concesiones del tópico del amor.

* * *

Su obra abarca, además de los libros mencionados, textos fundamentales de la poesía latinoamericana como El turno del ofendido (Casa de las Américas, La Habana, 1962), Historias prohibidas del Pulgarcito (Siglo XXI, México, 1974), y Un libro rojo para Lenin (Editorial Nueva Nicaragua, Managua, 1986).

En Argentina es muy difícil conseguir esas ediciones. Tal vez los recordatorios del asesinato del poeta que se suceden por estos días ayuden a revalorizar su obra, y Roque Dalton pueda ser editado en el país. Sería un hecho de justicia no solo para su memoria, sino para quienes aún no conocen de él lo suficiente. De tener la posibilidad, es seguro que miles disfrutarían de su poesía y se acercarían, por su intermedio, a comprender la pasión que guió al poeta y a toda su generación: el compromiso con la revolución.

– – – – –

(1). El amor me cae más mal que la primavera – 1a ed. Roque Dalton. 88 pp., 14 x 21,5 cm. La Fogata Editorial (Colombia) | Nila Ediciones (Venezuela) | Dogma Editorial (México). ISBN: 978-958-56892-8-2. Abril de 2025. Puede leerse un adelanto del libro haciendo clic acá: https://lanzasyletras.com/wp-content/uploads/2025/04/Roque-Dalton-2025-Primeras-paginas-1.pdf

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