Domingo de resurrección del peronismo santafesino

La resonante victoria de Juan Monteverde en Rosario no fue la única: el PJ ganó en 6 de las 10 ciudades más grandes de la provincia. El clave escenario de tercios. La guerra de interpretaciones. Por Gustavo Castro.

El peronismo de la provincia de Santa Fe vivió el domingo pasado una inesperada jornada de victoria electoral, con un protagonismo naturalmente destacado del sonoro triunfo de Juan Monteverde en Rosario, pero que no se agotó allí sino que atravesó la decena de ciudades que explican el 54% del padrón electoral.

La afirmación de que la buena performance del PJ era poco previsible se explica por el estado de fragmentación total en que esa fuerza llegó a la disputa electoral, parcialmente corregida con las PASO de abril pasado. Aún en elecciones de distritales como la de este 29 de junio, donde se elegían mayormente concejales, presidentes comunales y un puñado de intendentes.

Para darse una idea nítida: en diciembre pasado, un congreso partidario desarrollado a través de una plataforma virtual, al estilo pandemia, terminó en un escándalo con gravísimas acusaciones cruzadas entre las múltiples tribus. En ese encuentro estaba prevista la discusión sobre, justamente, la estrategia electoral para el 2025.

Esa balcanización disparada no se dio en cualquier contexto. El justicialismo de Santa Fe venía de sufrir un cataclismo en los comicios de 2023, en los que no sólo perdió la gobernación sino también varias bancas en el Senado que hasta ese momento lucían inconmovibles y numerosas intendencias de gran porte. En línea con lo ocurrido a escala nacional, pero de mayor profundidad.

Luche y vuelve

Los números del domingo son reveladores. De las 10 ciudades más grandes, el peronismo gana seis, el frente Unidos del gobernador Maximiliano Pullaro se queda con tres y La Libertad Avanza, debutante en elecciones locales, triunfó en una sola.

Además de Rosario, el centro urbano más voluminoso de la provincia y el segundo del interior del país, el PJ salió victorioso en Rafaela, el tercer distrito más poblado de Santa Fe. Hizo lo propio en Villa Gobernador Gálvez, Reconquista, Santo Tomé y San Lorenzo. Esas cifras adquieren mayor magnitud cuando se observa que, salvo en un caso, son todos territorios dominados por intendentes del pullarismo. Y la mayoría tienen, además, senadores de la misma coalición oficialista.

En la sumatoria de votos del top ten de ciudades santafesinas, se ratifica el buen desempeño peronista. El PJ se quedó con el primer puesto del podio gracias a los 209.223 sufragios conquistados, seguido por Unidos con 202.449 y LLA con 183.031.

Las razones

Las victorias justicialistas se explican, en buena medida, por atractivas candidaturas locales. El caso de Monteverde está a la vista: un dirigente de izquierda con partido propio (Ciudad Futura), de larga militancia social en Rosario, con múltiples vínculos con lo que genéricamente suele denominarse “campo nacional y popular” pero también con el progresismo no peronista, que se atrevió a fundirse en una alianza con el PJ tradicional. Ya en 2023 había quedado a las puertas de la intendencia, esta vez levantó el trofeo de ganador.

Aún con esas virtudes propias de los postulantes, hay una clave indiscutible: cuando hay elecciones de tercios, las chances del justicialismo y aliados santafesino mejoran ostensiblemente. Dicho de otro modo: es condición necesaria (no suficiente) que el electorado no peronista, mayoritario en la provincia, se divida en dos opciones potentes. Es lo que ocurrió en esta ocasión con el desembarco libertario.

¿Quién ganó?

Como suele ocurrir en todas las elecciones, pero más cuando son parejas como el domingo pasado, se gatilla una disputa feroz por intentar imponer el relato de cada fuerza política. Por eso es que el propio gobernador, poco después de cerrados los comicios, salió a anunciar una “victoria contundente” en toda la provincia y mostró, para ello, mapas prefabricados con el 80% de la bota pintados de rojo, el color del frente Unidos. También celebró una gran remontada en Rosario y aseveró que hubo un “triple empate”.

Válido, pero muy discutible. Para empezar por el final: Monteverde logró 113.458 votos contra 95.109 de Carolina Labayrú, la candidata oficialista, que salió tercera por detrás de Juan Pedro Aleart, de LLA. En porcentajes, 30,58% para el postulante panperonista contra 25,63% de Unidos. Casi 20 mil votos de diferencia, equivalentes a 5 puntos porcentuales. No parece ser un empate.

Pero además del tercer puesto en Rosario, la coalición oficialista también quedó última en el podio en Rafaela y Santo Tomé. Y en la ciudad de Santa Fe, donde triunfó por 7 puntos de diferencia sobre el peronismo, logró solamente 3 de las 5 bancas en juego. El retroceso es indisimulable.

Por su parte, el mileísmo también festejó el paso de 0 a 34 concejales en la tercera provincia de mayor peso electoral del país en virtud de la potente instalación de La Libertad Avanza en su debut electoral con candidatos locales. Esa legítima reivindicación no quita la desazón por el segundo puesto de Aleart en Rosario, que había sido impulsado vigorosamente por el gobierno nacional, con presencias de Patricia Bullrich y la mismísima Karina Milei en el tramo final de la campaña.

Para ser justos, la alegría peronista también tiene su matiz por motivos antedichos: más allá de las virtudes de sus candidatos y la organización en los distritos, el triunfo en las ciudades más pobladas no hubiese sido tal si no fuera por un factor exógeno, como la aparición de LLA como garantía del escenario de tercios.

Finalmente, existe un motivo de lamento transversal, o al menos así debería ser: el ausentismo de la mitad del electorado, que no consideró seductora –ni mucho menos- la oferta electoral. La famosa insatisfacción democrática, en carne viva.

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