Del lado A
A long time away o en un lugar muy lejano, cuando yo era chiquita, en las noches de los jueves, los tíos hablaban de teatro y las tías fumaban, siempre a escondidas, mientras tomaban un whisky que sí estaba permitido. Seguramente, la escena es otra y la foto está movida. Lo cierto es que había un nombre que siempre se pronunciaba, e incluso, recuerdo la voz de mi tío Dardo cuando ese nombre sonaba fuerte en el living en el que los encontraba la noche: Bob Fosse, y traía el título All that Jazz, pronunciado en un inglés de provincia y aprendido en las radios de locución y discos de pasta en combinado de púa y centro de cualquier velada. Un señor con sombrero que veríamos en la película del viejo televisor, aún en blanco y en negro (el estreno en el cine todavía estaba prohibido para los menores de la ciudad). Mucho no se entendía, pero había un lenguaje de otro orden, algo en esos pasos de baile, donde todo el elenco se desplaza como unidad, y cada bailarín tiene su sentido. Lo más parecido a la teoría de los conjuntos que se empeñaba en enseñar la señorita Marisa en segundo; la figura de la intersección, aunque de una belleza singular y carnal a la vez.
Dicen que en teatro no hay una verdad por fuera del acontecimiento mismo de una noche de función. Si la gala es el estreno, la adrenalina de lo nuevo frente a un público que no tiene relatos de anticipos aumenta en escala y dimensión. Algo cambia en la composición de lugar: de pronto no estamos en la geografía real, sino en un espacio y tiempo otro.
El teatro San Martín, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, de pronto gira y se convierte en Chicago. Hay una verdad del arte que solo se expresa en ese escenario. Hablo desde la experiencia de conocer el deseo y la realidad de sueño eterno del proyecto de Sebastián Fernandez, director general, para llevar a escena Chicago en Tucumán y traer a nuestra historia la producción coreográfica imaginada por Bob Fosse. Chicago, el musical es una coproducción entre el Ente Cultural de Tucumán y la Fundación para el Desarrollo de las Artes Escénicas (FUNDAE); mano a mano, entre una parte del Estado que somos todos y un nosotros que vive y siente a contrapelo, y resiste.
Voy con las imágenes contrapuestas: llegamos como espectadores extraños y maravillados a Chicago un día después de que tres de los diputados “peronistas” y un radical (o algo así) —los representantes del pueblo por Tucumán— sumaran sus votos para imponer el veto presidencial a la Ley de Financiamiento Universitario en la Cámara de Diputados. Respaldado por 85 votos, tres de esos eran o habían sido “nuestros”: derrota sobre un futuro conjetural. Ellos aseguran que somos los nosotros los que no entendemos, los que no la vemos. ¿De quién es la universidad?
Del lado B: lo que no se ve
“Estaba la Reina Batata
Sentada en un plato de plata
El cocinero la miró
Y la reina se abatató”
La reina Batata, canción de María Elena Walsh (1966) en: El país de nomeacuerdo
Tucumán es una provincia del interior del país con sueños cosmopolitas, aunque con sentir de pueblos y sus vidas muchas. Hemos pronunciado muchas palabras sobre sus potencialidades, su ubicación estratégica, la riqueza del suelo, sus múltiples escalas de inversión y la economía del conocimiento que la compromete y la desafía. Somos muchos o somos pocos, pero siempre, nos conocemos muy bien.
Para ganar una elección, todas y todos lo sabemos, necesitamos juntar votos, uno por uno. Palabra contra palabra se tejen redes, compromisos, proyectos, ilusiones. Tucumán es una provincia peronista. Desde siempre, más allá de datos y disputas, hay alguna estampita de Perón escondida en el cajón que quedó olvidado después de las joyas de la abuela.
Hay algo entre la configuración territorial y los modos de transcurrir el Partido Justicialista, entre las épicas y “las sinfonías del sentimiento”. En ese prisma, la Universidad Nacional de Tucumán, desde sus orígenes, fue “Reformista”. También en sus conflictos, en sus disputas, en sus orígenes, en su historia.
“Tucumán arde”, en una provincia que siempre batalló su pobreza en las estéticas del cine mostraron su pobreza, pero también su insurgencia: las puebladas del tucumanazo, las alianzas político-estudiantiles, el comedor universitario, la quinta agronómica y “agricultura venimos en tu ayuda”.
El progresismo en la provincia, desde sus inicios, se definió universitario, laico y libre y todas las banderas de los principios democráticos se sumaron a las resistencias. Esta “franja” ideológica de color morado también tiene su representante en Diputados. De apellido con un aire de familia en relación con la Universidad, y tampoco fue del lado de la coherencia, sino más bien de la traición. Se pueden sumar números que nadie parece leer, pero lo cierto es que, en la vida de las familias de Tucumán, el orgullo de tener un egresado universitario es la prueba contundente de la movilidad social ascendente que la universidad implicó para nuestro pueblo.
Todos conocemos a las diputadas y a los diputados, sus nombres, sus escrituras y sus poquitas palabras para justificar lo injustificable. Pero es evidente que en la intersección que se vinculó en este conjunto, ellos no nos conocen. Una coreografía equivocada en un escenario que es contingencia efímera frente a la universidad que por estos lados del mundo es centenaria.
El sueño de un Macondo peninsular: tantos años tardó en cruzar el mar.
“Nadie supo bien por qué
a París ella se fue”.
Manuelita la tortuga, canción de María Elena Walsh (1963) en: Canciones para mí
En ese living de la memoria que también era patio con árbol de paltas y mitad de manzana estaba mi papá que hoy es un señor de noventa años para contar todos los recuerdos que parecemos olvidar. Cuando él se presenta dice: Contador Nofal de Tucumán y apretón de manos fuerte. Dardo y él vinieron desde un pueblo insondable que se llama Quebracho Coto a perseguir la utopía de estudiar y trabajar en la ciudad moderna: la Escuela de Comercio y la Universidad. Me gusta acomodar el mundo de alguna manera; uno fue periodista, el otro contable; uno se ocupó de las letras, el otro de las sumas y los números; uno fue radical, el otro es peronista. El hijo y las hijas de uno y de otro fuimos a la misma universidad. Todos escuchamos a Edith Piaf en el mismo tocadiscos, gorrión de París y las historias de amor.
Las metáforas
Chicago, el musical suma muchísimas voces, generaciones de saberes divergentes, años de estudio sobre la comedia musical como género universal imaginado desde Broadway y cuerpos estables y orquesta en vivo y elencos con un monumental escenario lleno. Está bien: no es de la universidad; pero no pudo pensarse si no es con ideas y egresados de ese espacio insondable de la ciudad que es pueblo una y otra vez. Pueblo desconocido por los gobernantes, una y otra vez. Es la “cosa pública” y la formación que no existiría sin esa universidad de ciento diez años que un día antes fue “canjeada” por las necesidades de la provincia: 100 ómnibus y chalecos para la policía (más o menos es así la ecuación que estamos viviendo a una semana del acontecimiento): de la ausencia de una escucha a un lector extraño que dice basta y aquí estamos.
De la dirección y las temporalidades
En 2016, Sebastián Fernandez presentó y defendió su trabajo de investigación para optar por el grado de Doctor en Humanidades en el marco de la carrera de posgrado de la Universidad Nacional de Tucumán con una tesis vinculada a las representaciones de la violencia política en el teatro tucumano.
En 2008, Fernandez comenzó la configuración de la cantera y el archivo, las entrevistas, las exploraciones, las huellas y la recomposición de los silencios. Como toda gran investigación, se inició en una pregunta. Conjetura incómoda e irreverente que tomó todos los riesgos: sobre una noche, sobre una provincia, sobre una generación, sobre una comedia musical y sobre la potencia de las metáforas. El 11 de agosto de 1972, en el teatro San Martín, durante el estreno de la obra Marat-Sadede Peter Weiss, bajo la dirección del uruguayo Federico Wolff, tuvo lugar una experiencia con pocos precedentes en la provincia. Cuando la obra llevaba aproximadamente una hora de desarrollo se oyeron explosiones provenientes de las galerías altas del edificio que produjeron una interrupción de veinte minutos. Pasado ese lapso, la función pudo continuar. Aunque esta intervención no significó un atentado con mayores consecuencias, el episodio ha sido evocado en reiteradas ocasiones por los medios de comunicación gráficos, que lo consideraron relevante a la hora de hablar de puestas emblemáticas del Teatro Estable de la provincia: se vivieron veinte funciones a sala llena.
Señala Karina Mondaca Cea que, en 1975, Fosse se propuso transformar Chicago (la obra teatral homónima publicada en 1926 por la periodista Maurine Dallas Watkins) en un espectáculo musical con las melodías de John Kander y las letras de Fred Ebb. El coreógrafo hizo un giro sobre la centralidad de la trama; imaginó los personajes que rindieran homenaje a las actrices y los actores de los teatros de comedia norteamericana de los años 20. Por otro lado, hizo una explícita denuncia sobre la arbitrariedad de los procesos judiciales de Estados Unidos y el papel de la prensa en esa construcción de los hechos. Todos estos elementos hicieron del montaje un éxito de taquilla en Broadway y, cuatro años más tarde, en el West End de Londres. Luego del éxito de All that jazz, Fosse comenzó a trabajar en la adaptación cinematográfica del musical, pero ese proyecto quedó inconcluso.
En 2024, Fernandez se atrevió con lo que parecía imposible: se propuso instalar Chicago en Tucumán. El desafío es inmenso. No estamos hablando de una gira de compañía de otro lugar en ruta interior, sino de un escenario sentido y pensado en la provincia, con elencos propios y trayectoria subjetiva. Vivimos un estreno a todas luces deslumbrante. Las modulaciones son múltiples y también mi juego de sensaciones en la percepción de las verdades. ¿De cuántos Tucumán hablamos? ¿Dónde queda Chicago? ¿Es el sueño de un director o es el sentir de una generación que creció al fragor de las utopías y que dice es ahora?
El lado imposible
Tenemos los nombres: en los fragmentos de una vida, los relatos se cruzan y los narradores ordenamos el mundo con nuestra temporalidad con las huellas de una experiencia y con las cenizas de los restos. Los que fueron en contra de la ley de financiamiento universitario: Gladis Medina, Agustín Fernández, Elia Fernández (Bloque independencia), Mariano Campero (UCR), Paula Omodeo, Gerardo Huessen (Fuerza Republicana). Los que fuimos por una historia propia, de familia, de pueblos, de vidas, trayectos y trayectorias. ¿Por qué se desconoce una mitad invisible como si la universidad fuera una veleidad burguesa? ¿Qué sabemos de la estructura de sentimiento que nos vincula?
Una marcha federal el 2 de octubre, un clamor que no fue escuchado en la votación del 7 de octubre, la noche de un estreno el 8 de octubre. Practicantes de un teatro o reales y legítimos actores de un escenario. El narrador interviene en esas representaciones porque es el que cuenta; en la escritura del teatro, el efecto de verdad es un tanto más fuerte: cuerpos en sala y tablas. El director es el que está cerca de las escenas, muy cerca de los actores, porque el teatro es una actividad material y cuando la escritura se hace en esta actividad material es con frecuencia más exitosa.
Pido disculpas si mi pregunta es muy ingenua porque es histórica y está llena de lugares comunes: ¿el arte es capaz de modificar situaciones políticas y despertar conciencias? Va mi voto negativo: a los que desconocieron los sentidos nunca más.
Tiempo experimental y singular del teatro para pensar la contraescena de los que vivimos. No es del realismo y la comparación literal, es de las formas complejas de las metáforas: secreto, comunidad y complicidad. Estreno, Universidad y la genialidad de un director en esta provincia, mucho más cerca de corazón palpitante. Sin salida al mar o con el sueño del cielo por asalto, una vez más, aplausos de pie desde la platea.
Sebastián Fernandez es Doctor en Humanidades con Orientación en Artes Escénicas por la Universidad Nacional de Tucumán; Profesor y Licenciado en Teatro. Dicta clases en la Facultad de Artes de la UNT en donde ocupa la posición de Profesor Adjunto en las cátedras de Técnica Vocal I y Taller de Documentación Narrativa de Experiencias Pedagógicas del Profesorado Universitario en Teatro; es Profesor del espacio teatro y de la asignatura Política Cultural de Profesorado en Artes Visuales (Nivel Superior) de la Escuela de Bellas Artes de la UNT. Investigador del INVELEC (CONICET-UNT) con Categoría tres en el sistema nacional de incentivos docentes. Director del proyecto P.I.U.N.T – C703: “Prácticas artísticas/educativas en territorios diversos. Una mirada desde perspectivas decoloniales y de derechos humanos.” Coordinador Institucional de Investigación del nivel superior de la Escuela de Bellas Artes UNT. Director residente del espectáculo permanente “Tina, el rumor de una Nación” del Ente Autárquico teatro Mercedes Sosa. Presidente de la Fundación para el Desarrollo de las Artes Escénicas FUNDAE.