La actualidad económica nacional conjuga todos los elementos que la vuelven fuertemente inestable y volátil: tensión cambiaria, alta inflación y elecciones presidenciales en diez días. La velocidad en la que se desarrollan los acontecimientos lleva a que en cuestión de días el escenario nacional e internacional cambie de manera significativa.
Echar luz sobre la situación económica actual requiere atender desde aspectos económicos, políticos e históricos hasta aspectos geopolíticos. En esta entrevista, Hugo Vasques, economista (UBA), aporta su perspectiva sobre la coyuntura de estos días y un poco más allá también.
Hugo Vásquez es economista graduado de la UBA. Actualmente, es docente de Macroeconomía en Universidad de Flores (UFLO). Asimismo, se desempeñó como auditor general de la Ciudad de Buenos Aires de 2015 a 2019.
Si bien no estamos transitando una hiperinflación en términos estrictos (si es que tomamos de referencia, por ejemplo, la tasa de inflación anual del año 89’), sí se vive un clima de híper. No hay referencias de precios, hay remarcaciones de precios todas las semanas, y una sensación de incertidumbre muy grande ¿Cómo se explica esta situación?
En términos modernos, las inflaciones no son de las dimensiones que tomaron previo a la Segunda Guerra Mundial. Los procesos inflacionarios en términos históricos fueron evolucionando y las magnitudes son mucho más acotadas, aunque se los considere procesos de altísima o de alta inflación. Nosotros hoy estamos transitando un régimen de alta inflación. Estamos cerrando un septiembre arriba de los dos dígitos igual que agosto. A los actuales procesos inflacionarios en el mundo, que tienen estos niveles de inflación mensual, se los caracteriza como regímenes de alta inflación. Son pocos actualmente. El mundo resolvió el problema de la inflación a través de programas económicos de mediano y largo plazo –fundamentalmente de largo plazo— y equilibrio fiscal. Es muy difícil plantear esto en el escenario nacional con las características de la Argentina de hoy. El mundo lo resolvió con equilibrio fiscal y certezas de largo plazo, dimensiones de las que carece nuestro país actualmente. Argentina ha tenido, en las últimas dos décadas, un desequilibrio fiscal fuerte (gasta más de lo que ingresa) y una falta de certezas a mediano y largo plazo, de programas de largo plazo. Entonces: hay un cortoplacismo que es parte, o diría una gran causal, de los problemas actuales. Hay también una cuestión que se plantea permanentemente que es la escasez de dólares, y que tiene que ver con el problema histórico de la restricción externa.
En relación a esto último, existen distintos abordajes sobre los problemas económicos que tiene la Argentina y su escasez de divisas. Algunos son de tipo estructuralista –relacionados a la restricción externa y a los famosos ciclos de stop and go—, y otros son interpretaciones referidas más bien a los problemas macroeconómicos y a la falta de confianza. ¿Cómo se conjugan las distintas explicaciones?
La restricción externa presente en la Argentina durante los últimos 50 años tuvo que ver con estos procesos de crecimiento interno en donde la industria (la producción) se orienta al mercado interno. A medida que la Argentina crece, esto genera un fuerte incremento en las importaciones, mientras que las exportaciones crecen a un ritmo más lento que las importaciones. Esto se puede sostener durante un período o dos períodos presidenciales, pero en algún momento te empezás a quedar sin dólares. Eso hace que te veas obligado a generar una bruta devaluación para, de alguna manera, abaratar las exportaciones y encarecer las importaciones, lo cual genera un proceso recesivo que es el “stop”, en el marco del cual vos imprimís deliberadamente como gobierno un proceso recesivo en la economía para que bajen las importaciones, para que las empresas dejen de requerir insumos intermedios. Con esa devaluación, te volvés competitivo en el corto plazo y eso, de alguna forma, vuelve a equilibrar la ecuación externa. Esto es una característica de la Argentina. En 2000 sucede que, gracias a un fuerte aumento en el precio de la soja, cambian los términos de intercambio para la Argentina. De este modo, Argentina se convierte en un gran productor y exportador de harina soja y también del aceite de soja, con cotizaciones fenomenales para ese tipo de productos, arrojando como resultado un superávit comercial muy fuerte. Esto le permite sostener o alimentar el proceso de recuperación industrial y de producción orientado hacia el sector interno durante un par de años. Hasta que nuevamente las importaciones empezaron a tener un incremento muy importante vis a vis con las exportaciones, junto con algunos desequilibrios, especialmente un desequilibrio fiscal que no estaba presente durante el gobierno de Néstor Kirchner (gobierno que logró superávit gemelo comercial y fiscal). Este proceso tiene que ver con la estructura productiva y describe a la Argentina de los últimos 50 años. Marcelo Diamand, en un paper publicado en los años 70’, lo denomina “estructura productiva desequilibrada”. Increíblemente, ese paper tan viejo terminó sirviendo para caracterizar a la Argentina durante décadas. Con este concepto, da cuenta de la existencia de dos sectores que conviven y que gozan de productividades internacionales distintas: el sector agrícola con una productividad altísima, por un lado, y el sector de la industria, una industria muy atrasada y con bajísimos niveles de productividad por el otro. Entre tantos otros motivos, esto se debe a una llegada tardía al desarrollo industrial. Son muchas cuestiones que pueden explicar esto en forma rigurosa, y existen también cuestiones idiosincráticas y vinculadas al empresariado. En síntesis, este concepto se difundió y es lo que de alguna manera describe acabadamente lo que nos viene pasando hace décadas. El campo, muy productivo, convive con un tipo de cambio bajo, es decir, acepta un dólar atrasado. La industria acepta o necesita un dólar alto, un tipo de cambio elevado, competitivo. Esas distorsiones hacen que el gobierno tenga que generar tipos de cambios diferenciados: comercial, financiero, etcétera.
¿Cómo se proyecta hacia el futuro el problema de la restricción externa, considerando que existen perspectivas optimistas respecto al ingreso de dólares?
La Argentina tiene una deficiencia crónica de dólares que de alguna manera tiene la posibilidad de revertir en la próxima década, gracias al descubrimiento y la explotación de recursos con los que no contaba hasta hace dos años o tres años, el litio y Vaca Muerta. Distintas proyecciones de todas las consultoras y del propio Banco Central señalan que, a partir del año 2024 –y esto también se lo puede vincular con el proceso electoral— la Argentina va a registrar un superávit comercial, un exceso de dólares, por lo menos hasta el año 2030. Se proyecta al menos un quinquenio con un superávit comercial fuerte a partir del año próximo, que está entre los 18 y los 20.000 millones de dólares, y en torno a los 40.000 millones de dólares o más para el 2030. Entonces, se abre para Argentina una ventana de oportunidades a partir del 2024 en materia de flujo de dólares. Sin embargo, esto habrá que capturarlo y de alguna manera procesarlo en combinación con un programa económico confiable; si no, estos dólares como entran se van por el grifo de la fuga de capitales. Es decir, Argentina registró varios períodos, varios años, de ingreso de capitales y de exceso de dólares, pero esos dólares no se quedan en el país. De hecho, el sector privado tiene entre 380 y 400.000 millones de dólares ahorrados en el exterior, estoqueados en el exterior, una formación de activos externos que están en el exterior a la espera de una oportunidad en la Argentina respecto a un programa económico que genere confianza.
Eso que planteas pone el foco sobre lo que tiene que hacer la política para traer al país esos activos externos, en lugar de señalar a quiénes fugan sus dólares al exterior.
Exacto. Hay muy pocos países que han fugado semejante cantidad de dólares a lo largo de las últimas décadas. En general (hablo del sector privado), excluyendo por supuesto a los activos en el exterior que tienen que ver con el mercado negro, incluso con mercados ilegales, pocos países en el planeta han formado activos externos en la magnitud que lo ha hecho Argentina. Esos dólares, si bien hoy están rindiendo porque está volando la tasa de interés, la tasa de los T-bills (letras del tesoro en Estados Unidos), en los últimos años venían en tasa cero, es decir, se perdía plata teniendo los dólares inmovilizados en el exterior, incluso había tasa negativa en el caso de que hubiera inflación en dólares ¿Por qué, entonces, no volvieron a la Argentina? La Argentina tiene recursos naturales, capital humano, oportunidades de inversión en la Argentina, etcétera. Están todas las condiciones dadas para que cualquier capital del exterior pueda volver. Ni siquiera se trata de atraer a capitales extranjeros; sólo con devolverle la confianza a los nacionales que se fueron es suficiente para que Argentina tenga un shock de inversiones en cuatro o cinco años.
¿Qué condiciones se deben propiciar para generar un shock de confianza?
Fundamentalmente, comprometerse con un plan económico y no desviarse de ese programa. Un programa económico que no tenga sobresaltos. Y luego tenés la otra pata, que es el componente político. Todo programa económico tiene que tener asociado un componente político que lo respalde. En la Argentina, durante muchos años –quizás hasta este año que es un año bisagra para adelante o para atrás—, el partido que garantizaba o garantiza gobernabilidad y capacidad de implementar el programa económico que fuere es el peronismo. El peronismo implementó desde la convertibilidad hasta el tipo de cambio libre como lo tuvimos en los 2000 y hoy una cantidad de tipos de cambios regulados, y puede hacerlo en términos políticos. En las últimas décadas es el partido político que demostró tener la espalda o el capital político suficiente como para implementar diversos programas económicos aún muy distintos entre sí y con cierto grado de antítesis entre sí.
Lo que me parece que está pasando, y es lo que muestra el escenario político y electoral actual, es que el peronismo está obligado de acá en adelante a generar acuerdos a los que hasta hace algunos años no era tan necesario arribar para implementar programas políticos de largo aliento. Seguramente, una vez finalizada las elecciones haya mayor espacio o se requiera la necesidad de encontrar mayores niveles de consenso y puntos de acuerdo entre los sectores de centro del partido que sea, para garantizar la implementación de los programas económicos que necesita la Argentina.
Respecto a los programas económicos que necesita la Argentina, en algún punto todos coincidimos en que lo que necesita la sociedad es visualizar que un gobierno, una gestión, está planificando para su mandato y para el próximo –lo tenga o no—, y para los que vengan. Y no hay posibilidad de hacerlo si no acordás puntos básicos con el o los principales partidos de la oposición. Más allá de los matices, hay núcleos, hay acuerdos básicos que una vez consensuados deberían respetarse y no alterarse. En la economía la confianza y la credibilidad es todo. Si yo creo que vas a cumplir un contrato, yo entrego mi parte y tengo una actitud proactiva y positiva en la relación bilateral. Si creo que vos no vas a cumplir tu contrato o que hay una alta probabilidad de incumplimiento de tu parte, voy a tomar acciones de defensa, acciones de cobertura. Me voy a tratar de cubrir de la manera que pueda para tener la menor consecuencia posible si vos incumplís ese contrato. Eso es lo que nos está pasando como sociedad con los gobiernos: la sociedad espera o considera que hay altísimas probabilidades de que los gobiernos no cumplan el contrato de generar estabilidad en los precios, en la moneda, etcétera.
Muchos economistas comparten la idea de que hay que generar un consenso en torno a algunos puntos básicos entre las distintas fuerzas políticas. Pero en simultáneo, los espacios políticos presentan propuestas económicas bastante distintas entre sí. Dolarización, desdoblamiento cambiario en un esquema bimonetario, continuidad con el peso. Entonces, ¿cuáles serían esos puntos en común que la clase política podría acordar o cómo podría concretarse?
El plan de Milei es impracticable desde lo material. El de Melconian es practicable ya que la Argentina hoy convive con un sistema bimonetario de facto, es decir, hay operaciones en dólares, propiedades, inmobiliarios, etcétera, que se pactan y se cancelan íntegramente en dólares y otras que no, el resto de la vida la hacés en pesos. Massa tiene un programa que evidentemente es seguir con el peso. Independientemente de lo que planteó en el debate con lo de la moneda digital, pero hasta lo que yo sé no anticipó la posibilidad de un cambio monetario o de una nueva moneda, lo cual también es posible que ocurra. Más allá de lo que digan hoy en el terreno electoral, si peso, dólar o dólar y peso, también es posible que después de las elecciones el gobierno que asuma el poder implemente un plan de estabilización con un nuevo signo monetario. Ahora la Argentina va hacia un plan de estabilización definitivamente, con el que tenés que tomar decisiones sobre el tipo de cambio, sobre la moneda y sobre el Banco Central. Ese plan de estabilización lo puede hacer un gobierno que reúna el mayor consenso político posible o lo puede hacer un sector radicalizado como el de Milei, quien tiene muchas chances de ser gobierno. La Argentina puede en diciembre tener un gobierno radicalizado y minoritario que implemente un programa de estabilización que –y esto sí es una apreciación absolutamente personal— que termine por cortar las posibilidades de desarrollo de la Argentina por los próximos veinte años, es decir, que inhabilite el desarrollo que la Argentina debería generar a partir del 2024 con ese flujo de dólares.
¿Te referís, por ejemplo, a dejar que esos dólares se fuguen?
Por ejemplo, si vos no generas confianza a largo plazo, si implementas un programa de estabilización que incorpora el dólar (o una moneda alternativa) pero que no genera confianza en el mediano plazo porque está el peronismo y Juntos por el Cambio enfrente, eso obviamente truncaría cualquier capacidad de la Argentina de desarrollarse en el próximo gobierno. Cuando vos tenés un gobierno y un programa económico que, por más bueno que sea, adolece de ese componente político que actualmente te lo da mayoritariamente el peronismo y los sectores de Juntos para el Cambio –que suman hoy aproximadamente dos tercios de los votos—, si no le agregas garantías de gobernabilidad, ese plan económico no genera confianza. Si no genera confianza, por más que pongas el dólar, la libra, o lo que elijas como moneda, no queda un dólar; a medida que entran los dólares salen. Es decir, no hay moneda que te reemplace esas dos cosas: un programa económico y el componente político que lo acompañe. De lo que se trata un programa económico es de proyectar los gastos y los ingresos, proyectar un déficit fiscal, tomar la decisión sobre el nivel de emisión mes a mes, con un programa monetario público y absolutamente auditable por la sociedad y el Banco Central, un programa monetario que limite la capacidad de emisión del Banco Central para asistir al tesoro compatible obviamente con el programa fiscal. Es decir, tener un programa monetario del que no voy a salir y al que me comprometo a ceñirme junto con el acuerdo del resto del espacio político del país. Entonces, cuando vos a la sociedad le transmitís el apego a las normas que te propones al inicio del gobierno y hay consenso político, hay masa crítica política que acompaña ese programa, el resto lo hace el sector privado solo. Las empresas en la Argentina tienen los dólares en el exterior y antes que tomar una decisión de inversión o cambiar una máquina o ampliar una planta en la Argentina, prefieren ante este panorama electoral o este proceso de incertidumbre formar activos externos.
A pesar de la cantidad de problemas actuales, como la deuda del Banco Central con las SIRA aprobada a los importadores que significan un poco más de 15.000 millones de dólares –y que hacen que el año que viene no sea la panacea— , lo cierto es que vos vas a tener superávit comercial que es producto del propio ejercicio comercial argentino y más inversiones que hoy no están registradas, que no tenés ni siquiera en el balance, pero que seguramente vendrán al comienzo de forma tímida, si es que se abre un período de renovación en la confianza. Fundamentalmente, en un contexto internacional que hasta hace unos días no teníamos, que se agravó más aún con el conflicto en Medio Oriente, ya sumado al conflicto en Europa del Este, lo que está pasando te vuelve a generar un movimiento en las piezas de ajedrez en todo lo que es Europa, que va a sufrir un impacto negativo en materia económica. Nuevamente, Latinoamérica y su lejanía de aquellos conflictos nos pone en una posición privilegiada y, lamentablemente –ya que se trata de una desgracia— esto nos ubica en una posición que de alguna manera le permite al país volver a recrear condiciones de exportaciones a determinados puntos de la Tierra en donde hay mayor grado de convulsión. Entonces, este contexto internacional a la Argentina, más allá de que está en plena ebullición y aún no lo sabemos del todo, le genera una ventana. Cuando suceden este tipo de conflictos o alteraciones geopolíticas en el mundo, la Argentina, con una capacidad de producción de alimentos fenomenal, vuelve a tener un rol preponderante en el mundo. Entonces, este factor internacional sumado a que termina la sequía, y con la incorporación del complejo gasífero y petrolero de no convencionales de Vaca Muerta y demás que se van sumando al complejo exportador, la Argentina empieza a tener una afluencia de dólares que te permiten en tres años llegar a completar el crédito del FMI por ejemplo. En la Argentina no está todo perdido.
¿Por eso también se juegan tantas cosas en estas elecciones?
Exactamente. Todos los actores que hoy se presentan a elecciones y que cuentan con mayores posibilidades saben que a partir de 2024 Argentina es un país con claras oportunidades de cambiar el rumbo del 2023. Se puede ver lo que está pasando con las declaraciones de Milei durante el día respecto a la posibilidad de los pesos, es decir, qué hacer con los pesos en los bancos («nada en pesos, nada en pesos»). Por esas declaraciones, el Banco Central tuvo que salir a hacer un comunicado y defender la solvencia de los bancos. Argentina tuvo y tiene todas las crisis. Una crisis fiscal, ya que el déficit fiscal es fenomenal, y tiene una crisis monetaria porque el tipo de cambio está volando y hay una cantidad enorme de regulaciones. Pero pese a haber tenido en los últimos años todas las crisis económicas: recesión, crisis en el plano fiscal y monetario, Argentina viene esquivando desde el 2001 /2002 una crisis bancaria y es la que hay que evitar a toda costa porque es la madre de todas las crisis, es decir, no hay una crisis mayor para una economía moderna que la crisis bancaria. Te destruye todo tipo de contrato, no hay contrato que quede, no hay contrato comercial. Todo pasa por los bancos, entonces defender el sistema bancario es defender mucho más que el sistema bancario. El sistema bancario es mucho más que el sistema bancario, es el sistema económico tal cual lo conocemos. Si te remontas al 2001-2002 eso te genera una crisis de gobernanza fenomenal, en donde lo que reina es la anarquía en las relaciones económicas. Vos podés tener muchos problemas, pero lo que no podés dejar de tener son relaciones económicas medianamente previsibles, y el sistema bancario es fundamental para eso en cualquier país.
Haciendo un breve repaso de la gestión de Massa, observamos que en los meses inmediatamente posteriores a su asunción como ministro de Economía, la inflación mensual tendió a la baja. Luego adoptó una dirección contraria hasta decantar en la situación actual. ¿Por qué sucedió eso?
Massa arrancó con lo que es fundamental para todo gobierno cuando arranca una nueva gestión, que es la confianza. La salida de Guzmán había generado un proceso de incertidumbre fenomenal y el gobierno no sabía a quién poner. No había un cuadro con peso político que calmara o revirtiera ese proceso de incertidumbre posterior a la renuncia de Guzmán. Massa generó eso, confianza. No se reformuló el programa económico, no se dejó de hacer nada que se viniera haciendo. Nada más y nada menos se trató incorporar en el Ministerio de Economía –que en Argentina es estratégico— a un hombre con buen diálogo con el sector empresario, con los sectores de centro y con la mayoría de las fuerzas políticas, y que era de alguna manera previsible, conocido. Eso en Argentina es un valor, un bien público, el hecho de generar cierta confianza al sector privado respecto a no cambiar las reglas de juego ni tomar decisiones que perjudiquen de la noche a la mañana a un sector en beneficio de otros. Para el sector privado, eso solo en la Argentina es un bien público que se llamó Massa e hizo que se tranquilizara la remarcación de precios, por ejemplo.
¿Qué es lo que pasa hoy? ¿Por qué está pasando todo lo contrario a pesar de que sigue como ministro? Porque lo que hay al fin del camino, en los próximos 20 días, es que no sólo puede o no estar Massa, sino que quienes proponen reemplazarlo –que en el juego democrático está perfecto que eso suceda—, no plantean una continuidad con mejoras; lo que se plantean es un cambio disruptivo respecto del actual programa económico. Quienes tienen la capacidad de cubrirse o defenderse respecto de cualquier plan o cambio en el plan económico futuro son quienes forman precios y tienen la capacidad material de remarcar, de cubrirse o de fugar sus ahorros al exterior, etcétera, es decir, quienes pueden generar las conductas negativas para el resto de la economía son quienes de alguna manera están viendo que en la elección se está jugando un cambio no previsto de las reglas de juego, no una continuidad con mejoras. Entonces, la gente está queriendo votar un cambio; y quienes forman precios frente a ese potencial cambio toman acciones de cobertura. Massa está en el juego, forma parte de ese tercio. Bullrich y Milei, que son los otros dos tercios del electorado, están planteando ese cambio, que no se sabe qué tan radical será. Ante este panorama, los actores económicos adoptan un comportamiento defensivo y de cobertura.