A una economía frágil y plagada de problemas, se sumó en agosto el sacudón de las elecciones primarias, con la devaluación obligada del peso y una inflación que trepó al 12,4% mensual. El tiempo para “darle batalla a la inflación” se postergó cada vez más, hasta convertirse en una promesa incumplida. Con un gobierno en retirada, esta batalla está destinada a ser librada en la gestión que viene, sea quien sea el presidente electo.
Ante un presente sombrío y un futuro –próximo: diciembre— excesivamente incierto, Álvarez Agis aporta su perspectiva que es económica y también política.
“El presente no se parece al 89 sino más bien al 88; por lo que habría que evitar que suceda el 89”, dice el economista en diálogo con Revista Zoom. Las comparaciones históricas pueden ser algo caprichosas e imprecisas, y lo sabe. Pero hay que conocerlas para no cometer errores similares.
En el marco del ciclo de entrevistas económicas iniciado por Zoom, en esta oportunidad conversamos con Emmanuel Álvarez Agis, Licenciado en Economía (UBA). Se desempeñó como viceministro de Economía entre 2013 y 2015, y como subsecretario de Programación Económica entre 2011 y 2013. Actualmente, dirige el área de Macroeconomía de la consultora PxQ, de la cual es socio-fundador.
BALANCES
– ¿Cuáles crees que fueron los mayores aciertos y desaciertos del último año de gestión de Sergio Massa?
Creo que un acierto fue lograr el acuerdo dentro de la coalición política para unificar el mando de la política económica y la ejecución de la política económica en una sola persona. Hasta la llegada de Massa, el Frente de Todos tenía la gestión de la política económica tan partida y tan repartida como el propio Frente, en sentido político, ideológico, etcétera. Creo, sin dudas, que ese fue el acierto. Y creo que su mayor desacierto tiene que ver con haber tenido un enfoque gradual y de subestimación del problema inflacionario. Pensar que poco a poco –recordemos su promesa— podríamos llegar a una inflación de 3% en marzo. Creo que el ministro tuvo una oportunidad muy acotada, pero oportunidad al fin, apenas asumió. Oportunidad que consistía en resetear la economía, reconfigurarla y apostar a un plan de estabilización que permitiera que la tasa de inflación bajara rápido. Los que estudiamos estos fenómenos inflacionarios –tanto en la propia historia argentina como en otras partes del mundo— sabemos que estas cosas no se bajan de a poco; o se bajan de a golpe o te terminan comiendo, y lo que nos está pasando es que finalmente nos está comiendo.
– ¿Crees que se trata de una oportunidad perdida por haber priorizado su rol como candidato más que como ministro, o se debe a otros motivos?
Más bien creo que si bien pudo unificar la política económica en su propia persona, hubo algunas cosas que todavía el Frente de Todos como espacio político no estaba dispuesto a hacer, probablemente porque lo cargaron de demasiado contenido ideológico, particularmente al acto de devaluar. No hay que ser economista para darse cuenta, hoy, que una corrección cambiaria en septiembre del año pasado hubiese sido mucho menos dolorosa y mucho más correctora de la economía que la del día después de las PASO que fue un absoluto desastre.
Entonces, creo que hoy se están pagando los costos de esa no decisión. En economía, a veces, podés negar la ley de la gravedad, pero cuando ya te cansás de sostener la casa que no tiene cimientos, la casa se derrumba.
-El último tiempo que fue de anuncios, Massa implementó una batería de medidas destinadas a distintos sectores de la economía y de la sociedad ¿Creés que tuvieron o tendrán algún impacto –positivo o negativo— en la economía?
No en términos de su magnitud, pero sí me parece que se da de patadas con la orientación con la cual este mismo gobierno arrancó. Este es un gobierno que arrancó diciendo que empezaría por los que peor estaban, y que al final del camino terminó por eliminar el impuesto a las ganancias y por dar un dólar diferencial para la soja. Parece que hicieron exactamente lo contrario. Esos no son los sectores que peor están; son los sectores que mejor están. Así que, al margen de las especulaciones electorales, me da la impresión de que hay un problema de prioridad y de criterio distributivo en estas medidas que no comparto.
-En relación a lo que mencionás acerca de la falta de un criterio distributivo durante la gestión, se observó en estos años que los periodos de crecimiento se acompañaron en simultaneo de un aumento en la desigualdad, ¿cómo pensás esa relación entre crecimiento y desigualdad?
Es algo muy esperable. En economía sabemos que tasas moderadas de inflación pueden ayudar, en algunas oportunidades, a estimular el crecimiento e incluso a reducir la desigualdad. Ahora, cuando esas tasas de inflación moderadas se transforman en altas o, como ahora, en altísimas, no solo se detiene el crecimiento, sino que en general se revierte o empieza empeorar la igualdad y la distribución del ingreso. Esto se debe, esencialmente a que es muy difícil para los sectores más postergados protegerse de estos niveles de inflación. Es como pasa con algunos remedios: una bayaspirina aplicada en la dosis correcta te ayuda, pero si abusas de ella te rompe el estómago y genera un gran problema. A veces la inflación se usa como una aspirina, pero cuando hacés abuso terminas en esta dinámica donde no es paradójico que se genere empleo y al mismo tiempo empeore la distribución del ingreso. Es lo que uno tiene que esperar cuando la tasa de inflación se ubica arriba del 100% anual.
PROPUESTA ELECTORAL
-¿Cuáles son los modelos económicos en disputa propuestos por las distintas fuerzas?
Hace muy poquito el espacio de Patricia Bullrich decidió dar algunas especificidades del modelo propuesto. Son todavía pocas, por lo que tal vez un técnico como yo puede deducir un montón de cosas, pero creo que no están claras para la sociedad. Y me parece que no es la mejor estrategia posible porque después la sociedad obviamente se enfrenta con sorpresas que en general no son agradables.
Luego, sí hay que reconocerle a Milei que fue el primero en plantear un modelo muy concreto. El problema que tenemos todos los economistas menos Javier Milei es que sabemos que ese modelo es absolutamente incorrecto, incluso imposible, para Argentina.
Y finalmente, en el caso del gobierno está la paradoja y la incomodidad que deriva del hecho de que el gobierno gestiona hace cuatro años. Entonces, si tuviera un modelo, ya hubiese sido tiempo de implementarlo. Acordémonos que ni bien asumió, Alberto Fernández dijo «yo no creo en los planes económicos». Francamente, nunca pensé que lo dijera tan en serio como finalmente se demostró. Parece que hoy en buena medida estamos pagando los costos de no creer en planes económicos.
– ¿Por qué crees que las ideas liberales han tenido tanta pregnancia en el último tiempo?
Yo, francamente, tengo una interpretación distinta. No creo que sean las ideas liberales las que están teniendo pregnancia, creo que está siendo el tono de esas ideas. Ese tono, si bien no me gusta y parece muchas veces bastante antidemocrático e intolerante, me parece que es el tono compatible con tener un 12% de inflación en un mes. Si uno tiene un 12% de inflación en un mes lo que te dan ganas es de romper todas las paredes y gritar y zamarrear a alguien. No te dan ganas de analizarlo parsimoniosamente, de reflexionar al respecto, de tener mucha resignación por lo que acaba de pasar. Me parece, entonces, que hay un tono. Y francamente creo que cuando la gente se empieza a tomar el trabajo de inspeccionar un poquito más en detalle propuestas como el voucher educativo, la no comercialización con China o incluso la dolarización, ahí se está empezando a dar una reflexión. Uno puede compartir el enojo con una persona, pero cuando esa persona con la cual estás compartiendo el enojo empieza a decir cosas que pueden ser peor que la situación que tenés entre manos, quizás ya dejás de compartir incluso el enojo.
PERSPECTIVAS
-En periodos de crisis, afloran las interpretaciones históricas y las comparaciones con otros periodos de crisis. Actualmente, suele hablarse de distintos momentos: crisis del 2001, hiperinflación del 89’, o incluso el 73’ con el “Rodrigazo” ¿Considerás que existen similitudes con algún momento histórico específico, o al menos desafíos similares que afrontar?
La situación tiene ribetes de fines de los 80. Me parece que, si uno quiere hacer foco en ese contexto, el presente no se parece al 89 sino más bien al 88; por lo que habría que evitar que suceda el 89’. Porque el año 1989 es un año de hiperinflación, entendiendo la hiperinflación como una tasa de 3000 por ciento en el año y no una tasa de 140 por ciento del año que, aunque es una desgracia, no es una tragedia. Lo cierto es que las comparaciones mecánicas no ayudan porque son más históricas y eso en economía puede ser un problema grave. Hay que pensar que en el 88 – 89, para hacer un plazo fijo o para comprar dólares, tenías que ir con billetes a un banco y te daban un certificado –que era una especie de cartulina— que luego guardabas en tu caja fuerte.
Hoy podemos pagar, ahorrar, comprar acciones, bonos y dólares desde el celular; nosotros y las compañías también. Entonces, creo que el problema es que uno puede decir: “bueno, es el 88 entonces no pasa nada porque el 89 por definición viene un año después del 88”. Pero el gran problema que tenemos es que hoy las cosas funcionan a una velocidad mucho mayor, por lo cual esto puede transformarse en el 89 en mucho menos, por decir, en dos semanas; eso es lo que hay que tratar de evitar.
Entonces, con alguna característica particular que hace que este momento sea distinto y que genera que la recomendación de cómo actuar sea distinta, es importante conocerlo para no cometer los mismos errores. Hasta ahora no le hemos prestado mucha atención y algunos de esos mismos errores los hemos cometido. Algunos otros no.
-¿Cuál es la perspectiva del futuro inmediato? ¿En qué condiciones se llega a diciembre?
Creo que algo que no ayuda a que lleguemos bien a diciembre es que uno tiene una sensación de una especie de implosión del bipartidismo que nos gobernó pos crisis del 2001. Y entonces esa explosión, lejos de llevarnos a que la novedad sea un candidato que quiere poner paños fríos en la situación, esa explosión deriva en un candidato que hace campaña con una motosierra. No se parece mucho a alguien que tenga ganas de tranquilizar las cosas; más bien lo contrario. Si hay algún riesgo de que se interrumpa lo que supimos conseguir con la vuelta a la democracia, me parece que tiene que ver con llevar la discusión política a terrenos en los cuales Argentina no solía situarse. Los terrenos de la agresión al otro, la exclusión del otro, la violencia.
Hasta hace poco tiempo estaba muy seguro de que la economía era el principal problema de la Argentina; hoy empiezo a dudar de si el principal problema no tiene que ver con que se rompa el consenso democrático. Me parece que cualquier crisis económica es siempre menos grave que el riesgo de romper la democracia. Obviamente uno querría las dos cosas, pero lo que quiero decir es que no tenemos que romper lo que no está roto. Si hay algo que caracteriza a la Argentina, que la diferencia de la región, es que en los últimos cinco años Argentina no tuvo ningún estallido social ni ninguna interrupción o crisis institucional; no se puede decir lo mismo de un montón de países. Hace un par de meses en Brasil hubo un ataque violento y enorme a las instituciones democráticas metáfora y físicamente. Quisiera que ese no sea nuestro destino.
-Los desafíos más complejos que enfrenta la Argentina ¿son políticos o son económicos?
Partiendo del estado actual de la economía, me parece que son de los dos tipos y sobre todo me parece que se retroalimentan. La inflación tiene una característica que no es específica en Argentina, que consiste en que cuanto más alta es, más te arruina la capacidad de planificar a largo plazo. Entonces, la pregunta de cuánto valdrá un chupetín dentro de un año es una pregunta que es más difícil de contestar que si hay vida en el espacio. Como no podés planificar el futuro con estas tasas de inflación, lo que eso produce en los consumidores, en las empresas y en la sociedad en su conjunto es una cuestión de inmediatez; vivo el ahora porque es muy difícil planificar un año, dos años, cinco años o diez años. Comprar una casa, comprar un auto, incluso planificar un viaje. Eso hace que las demandas sociales sean inmediatas: quiero la casa ya, tener plata ya… No voy a ahorrar durante 10 años para comprar alguna de esas cosas porque en 10 años no sé cuánto tendré de ahorro, cuánto va a valer lo que me quiera comprar, etcétera. Así, esa dinámica presiona mucho a la política y la vuelve a cortoplacista. Al mismo tiempo, las reacciones de la política empeoran la cuestión de la inflación, entonces hay una especie de retroalimentación que nos lleva a hacer cada vez más complicado el corto plazo.
Obviamente, soy de los que creen que la solución viene de la política, no estrictamente de la economía. Porque para tener el espacio y el margen técnico para solucionar esta problemática, necesitas primero el espacio político, el soporte político y sobre todo la sociedad orientada a una visión que considere que no se podrán solucionar todos los problemas mañana. Lamentablemente, cuando las soluciones facilistas se empiezan a imponer en las campañas, el punto es que tal vez vayamos a otro fracaso. Espero que no, pero considero que hoy el problema económico es lo suficientemente complejo desde el punto de vista técnico, lo cual le agrega una complejidad adicional a la política.