Leliq: una fiesta explosiva

En la segunda entrega de Economía para armar, Diego Rubinzal disecciona causas y consecuencias de las Letras de Liquidez (Leliq), el instrumento financiero que le dio oxígeno a la gestión de Macri, enriquece a los banqueros y amenaza al gobierno argentino que viene. Escuchá el Podcast.

En esta segunda entrega de Economía para armar trataremos de explicar que son las Leliq (Letras de liquidez). Primera advertencia: cuando ustedes ven que en los medios de información (o desinformación, en muchos casos) ocupan tanto tiempo en hablar de las Leliq, las Lebacs, los bonos, la deuda, algo no anda bien. Aunque usted no sepa nada de economía puede darse cuenta que este “festival de bonos”, no parece ser una buena noticia.

 

Vayamos a lo que nos toca en esta columna: las Leliqs. Para abordar este tema primero debemos hablar de lo que fue su antecedente inmediato: las Lebacs.

 

¿Qué fueron las Lebacs?. Letras emitidas por el Banco Central para retirar pesos de circulación. Es decir algo similar a las Leliq con la diferencia que tienen un plazo de vencimiento distinto y además las Lebacs la podían comprar grandes y pequeños inversores, en cambio las Leliqs solamente la pueden comprar los bancos. Ahora bien, ¿Para qué se quieren retirar pesos que están dando vueltas en la calle (para decirlo en alguna manera)? Fundamentalmente, el objetivo es evitar que esos pesos “sobrantes” se vuelquen al dólar. La idea es seducir a los inversores a que se queden en pesos para evitar una corrida al dólar y, por ende, culminar en una brusca devaluación.

 

Ahora bien, ¿Las Leliq o las Lebac son malas?. No necesariamente. Como toda herramienta de política económica no es buena o mala intrinsicamente. La cuestión es cómo se usa ese instrumento. En otras palabras, el problema surge cuando se lo usa mal o abusivamente.

 

Eso es precisamente lo que paso durante la gestión de Federico Sturzenegger al frente del Banco Central. El stock de Letras del Banco Central (Lebac) creció de 345.124 millones de pesos (10/12/2015) a 1,2 billones de pesos (mayo de 2018). Es decir se multiplicó por cuatro.

 

Esa “bola de nieve” crecía cada vez más y generaba un riesgo muy fuerte. ¿Cual era el riesgo? El que planteamos hace un rato: Que buena parte de esos pesos se vuelque a la compra de dolares e hiciera subir abruptamente la cotización de la moneda norteamericana. En otras palabras, los vencimientos mensuales de esos títulos se convirtieron en una potencial fuente de inestabilidad macroeconómica. Ante cada vencimiento todo el mundo estaba pendiente si se renovaban o no las Lebacs. Si se renovaban la agonía se extendía y teníamos un mes más de vida . El tema es que ese monto crecía tanto y tan rápido que el peligro era cada vez mayor. La renovación de las Lebac pasó a ser una cuestión de vida o muerte para la economía argentina, a pesar de que los miembros del equipo económico aseguraban que no había ningún problema.

 

Por ejemplo, a mediados de abril, la conducción del Banco Central dijo que el tipo de cambio real estaba elevado y que eso hacía “prever que en los próximos meses no iba a haber depreciaciones significativas del peso”. Es decir, a mediados de abril, las autoridades del Banco Central decían que no iba a haber ninguna devaluación de la moneda. ¿Qué pasó? Todo lo contrario. La crisis estalló pocos días más tarde, demostrando que las advertencias acerca de la bomba de las Lebacs no era ninguna campaña del miedo sino una triste realidad.

 

Veamos cómo siguió esa historia. El 25 de abril, el JP Morgan desarmó su tenencia de Lebacs y dolarizó su cartera. Ese día, el Banco Central tuvo que desprenderse de 1.472 millones de dólares. Era el comienzo de la corrida. El 3 de mayo fue un “jueves negro”: el dólar cerró 23,20 pesos (una devaluación diaria del 8,3 por ciento) a pesar de que el Banco Central vendió reservas por 451 millones de dólares e incrementó tres puntos la tasa de interés de referencia (del 30,25 al 33,25 por ciento). Ese día, la revista Forbes sentenció que “puede que sea momento de salir de la Argentina”.

 

A partir de allí, la economía ingresó en un túnel oscuro. En mayo, el tipo de cambio aumentó 22,1 por ciento (porcentaje similar a todo el 2017), las reservas cayeron drásticamente y el desesperado/desorientado gobierno recurrió al FMI. El 14 de junio, el dólar escaló 6,4 por ciento y Sturzenegger fue reemplazado por Luis Caputo. Era también el comienzo del fin de las Lebacs.

 

El Fondo empezó a manejar la economía argentina y reclamó, entre otras cosas que se avance en el desarme de las Lebac. El 13 de agosto desembarcó una misión del FMI, y el gobierno anunció un cronograma para eliminar las Lebacs.

 

Para eso, el gobierno utilizó cuatro títulos distintos (Letes, Lebac, Lecap, Leliq). De todos ellos, el más importante fueron las Letras de Liquidez (Leliq). Ahora bien, se solucionó el problema. La respuesta es no: se cambio la bomba de las Lebac por la bomba de las Leliq. Hace un año no existían las Leliqs ¿Saben cual es el stock actual?: ronda los 1,2 billones de pesos (es decir una cifra similar a la bomba de las Lebac que se desarmó a un costo altísimo ya que el dólar saltó de 20 a 45 pesos).

 

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Algunos economistas niegan que exista un peligro similar a las Lebacs porque dicen que las Leliq sólo pueden ser suscriptas por las entidades bancarias. Es cierto que eso supone una importante diferencia con el esquema anterior, ya que las lebac podían ser compradas por todo tipo de inversores. Por ejemplo, los inversores particulares de Lebac podían transformar los pesos en dólares sin ningún inconveniente. En cambio, las regulaciones del Banco Central limitan la dolarización de carteras de los bancos. Hasta allí estamos de acuerdo: hay una diferencia importante entre las Lebacs y las Leliqs. Sin embargo, el argumento es razonable pero incompleto.

 

Acompáñenme en este razonamiento: los bancos compran Leliq con la plata de sus ahorristas. Es decir, una persona hace un plazo fijo en su banco. Ese banco le paga por su depósito un interés del 50 % anual, se da vuelta, compra Leliq y cobra un interés del 66 %. Con un simple pasamanos, el banco gana fortunas. Ahora bien, que pasaría si los clientes de los bancos empiezan a dejar de renovar sus depósitos de plazo fijo y dolarizan su cartera.

 

En ese caso, los bancos estarían obligados a desarmar su cartera de Leliq para enfrentar el retiro de depósitos. Allí, estaríamos frente a un serio problema. El problema es que en el marco de una desregulación cambiaria absoluta, si se baja la tasa de interés que pagan las Leliq crecen los incentivos para que la gente salga a comprar dólares. A su vez, las tasas altas de interés desalientan el consumo y la producción. Si no se cambia el modelo, la economía está encorsetada en un círculo vicioso.

 

Otro tema no menor es el costo de las Leliq: desde que fueron lanzadas (octubre de 2018 a mediados de junio de 2019) se pagaron 351.000 millones de pesos de intereses. ¿Mucho, poco?. Muchísimo para que tengan idea todo el presupuesto del año 2019 para el Conicet es de 17.000 millones de pesos. O sea que el ocho mes de Leliq nos gastamos 21 presupuestos anuales del Conicet.

 

Nadie puede afirmar que la bomba de las Leliqs estalle en el corto plazo. Lo que si podemos afirmar es que esta política de desregulación cambiaria/financiera convierte a este festival de bonos en una verdadera amenaza para la economía local.

 

 

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