Despidos sin azúcar

En apenas dos meses, los ingenios de Salta y Jujuy despidieron al 10 por ciento de los trabajadores del sector. La excusa de la crisis y la realidad de la flexibilización.
Foto: Daniel Bazán y Santiago Romero – Vo Vé | La Tinta

La “gran marcha azucarera” realizada la semana pasada, con un recorrido de 300 kilómetros uniendo ingenios de Salta y Jujuy, intentó hacer visible una realidad que, traducida en un solo número, tiene la contundencia de un mazazo en la cabeza: en los últimos dos meses fueron despedidos el 10 por ciento de los trabajadores formales del sector en esas provincias. Hasta el momento hubo 700 despedidos en el Ingenio San Isidro, 325 en La Esperanza, 300 en Las Toscas, 181 en El Tabacal y 30 en Ledesma. Un total de 1.536 trabajadores sobre los 16.000 que sumaba esa industria en diciembre de 2015. Pero las consecuencias van mucho más allá, si se evalúa el impacto social de las cesantías, que alcanza además a zafreros y cañeros independientes e, inevitablemente, al consumo en toda la región.

 

En el norte argentino nadie duda que las empresas propietarias de los ingenios actuaron de manera coordinada, con un punto de partida que también llamó la atención: los despidos comenzaron casi al mismo tiempo en que el gobierno de Mauricio Macri redoblaba la presión para poner en marcha la reforma laboral.

 

Pero la ofensiva viene desde mucho antes, más precisamente desde el desembarco de Cambiemos en la Casa Rosada. “En estos últimos años hemos tenido muchos golpes en la actividad sindical azucarera. Ya sea a través de multas o del armado de causas judiciales a los trabajadores y dirigentes. Estos golpes se fueron incrementando con estrategias específicas de avance contra nuestros derechos”, dice Rafael Vargas, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar del Ingenio Ledesma (SOEAIL).

 

Los primeros despidos fueron en el Ingenio La Esperanza. “Fue un plan del gobierno, que armó una verdadera parodia. Afirmaron que vendrían empresarios a poner en funcionamiento el ingenio”, relata Vargas. Hubo protestas y la respuesta fue una fuerte represión que terminó con varios trabajadores y dirigentes detrás de las rejas. La intervención de la CTA Autónoma, que consiguió una resolución de la Organización Internacional del Trabajo, logró la liberación de los detenidos, pero la ofensiva no se detuvo. Otros ingenios imitaron a La Esperanza y el conflicto se generalizó hasta alcanzar su pico en la marcha de la semana pasada, que partió desde el Ingenio El Tabacal, en la localidad de jujeña de Hipólito Yrigoyen, hasta el Ingenio San Isidro, en la ciudad salteña de Güemes, pasando por los ingenios Ledesma, en Libertador General San Martín, y La Esperanza, en San Pedro de Jujuy, siempre bajo una rigurosa y amenazante vigilancia policial.

 

Las empresas justifican los despidos en una supuesta crisis del sector y aseguran que en la actualidad, los salarios que pagan y la cantidad de trabajadores que tienen, la actividad se hace inviable. Del otro lado de la vereda, los representantes de los trabajadores aseguran que lo que buscan los empresarios es flexibilizar tareas y pagar salarios por debajo de los que pagan los ingenios tucumanos.

 

Sin embargo, en Salta y Jujuy, los costos son menores que en Tucumán, donde las unidades de producción son de mayor escala y están más integradas. Además, la actividad, de manera similar a lo que ocurre en el resto del mundo, está fuertemente protegida. Los ingenios se benefician con líneas de crédito especiales, compras estatales a precios regulados y la financiación de las exportaciones. Pero también con un tratamiento excepcional en el Mercosur, que los protege de la competencia brasileña mediante aranceles móviles.

 

Dueños de casi todo
Foto: Daniel Bazán y Santiago Romero – Vo Vé | La Tinta

Los ocho ingenios azucareros que hay en Salta y Jujuy tienen en sus manos el 36 por ciento de la producción azucarera del país y son propietarios del 95 por ciento de la caña que procesan. Los números son elocuentes. En Tucumán, donde la cadena productiva es más heterogénea, existían durante la década del 90 unos 14 mil productores de caña. La concentración e integración provocó la desaparición de muchos. El número se redujo a unos 5.300 en 2002. Ese año, el Censo Nacional Agropecuario señalaba que el 90 por ciento de las explotaciones tenía menos de 50 hectáreas y el 64 por ciento ocupaba superficies que no superaban las 10. Hoy, los grandes productores concentran el 20 por ciento de la tierra y los ingenios el 50 por ciento. Ambos actores incrementaron la superficie plantada en unas 50 mil hectáreas.

 

Para comprobar el peso de los ingenios en la economía del norte argentino basta con repasar algunos datos. Un trabajo realizado por el profesor Benito Aramayo para la Diplomatura de Economía Social de la Universidad Nacional de Jujuy muestra a las claras el altísimo grado de concentración de la economía jujeña, donde el 82% de la facturación de la industria manufacturera se reparte entre sólo seis grandes empresas: Ledesma S.A. (de la Familia Blaquier), Minera el Aguilar S.A. (perteneciente a Glencore S.A., de capitales suizos), Minetti S.A. (propiedad de Holcin S.A., también de capitales suizos), Ingenio Rio Grande S.A. (Grupo Carcagno-Jorge), Cooperativa Tabacalera de Jujuy (controlada por los grandes tabacaleros asociados a China) y Aceros Zapla S.A. (grupo Taselli). Según el Censo Industrial realizado en el año 2014 facturaron 4.549,4 millones de pesos. Dos de esas empresas son ingenios. Como contrapartida, según el mismo censo, las 801 pequeñas y medianas empresas que representan el 99% del total de la industria manufacturera jujeña facturaron 1.009 millones de pesos, un 18% del total.

“En el norte argentino nadie duda que las empresas propietarias de los ingenios actuaron de manera coordinada, con un punto de partida que también llamó la atención: los despidos comenzaron casi al mismo tiempo en que el gobierno de Mauricio Macri redoblaba la presión para poner en marcha la reforma laboral”

El grado de concentración se repite de manera casi calcada con la propiedad de la tierra, donde cinco grandes terratenientes se dividen el 45% del total de las tierras con valuación fiscal para el pago del impuesto inmobiliario rural: Ingenio Ledesma S.A. (157.556 hectáreas), Ingenio La Esperanza S.A. (64.219), Minetti S.A. (30.000), Ingenio Río Grande S.A. (26.563) y Forestal del Norte S.A. (24.700). Es decir, de los cinco mayores dueños de la tierra, tres son ingenios.

 

Por si esto fuera poco, no sólo del azúcar viven los ingenios. Desde 2009, con la sanción del Régimen de Promoción de la Producción de Bioetanol, que otorga beneficios para la producción de biocombustibles, muchos ingenios construyeron refinerías y diversificaron su producción. “El negocio les permite obtener beneficios millonarios que se suman a los conseguidos con la producción de azúcar. Sobre esta base, la Argentina se constituyó en uno de los principales exportadores de biodiesel a nivel mundial. Entre 2009 y 2015, los volúmenes de bioetanol acumularon un crecimiento del 81 por ciento anual para alcanzar los 815 mil metros cúbicos. El mercado está en manos de una docena de empresas. Casi todas vinculadas a los ingenios”, explica el periodista especializado en Economía Gabriel Bencivengo. Un panorama que, al contrario de lo que sostienen los empresarios, no justifica un solo despido.

 

La incorporación de tecnología es uno de los elementos que puede explicar la disminución de mano de obra que se proponen los dueños de los ingenios. “Como en otros sectores agropecuarios, el azucarero registró durante las dos últimas décadas cambios radicales en el manejo del campo. La mecanización reemplazó a la cosecha manual y a la quema de cañaverales. Por ejemplo, en Tucumán hoy, el 70 por ciento de la producción se hace con cosechadoras integrales. En Salta y Jujuy esa proporción es aún mayor. Cada cosechadora reemplaza a 150 trabajadores. Tres décadas atrás, un zafrero recolectaba una tonelada y media de caña por día. Con los sistemas semimecánicos se recolectan entre 4 y 5 toneladas diarias. La productividad asciende a 600 toneladas por día con las cosechadoras integrales”, dice Bencivengo.

 

Es una explicación posible, pero insuficiente. El objetivo último es una flexibilización laboral extrema que baje aún más los costos y arrase con los derechos de los trabajadores.

 

Una resistencia creciente
Foto: Daniel Bazán y Santiago Romero – Vo Vé | La Tinta

El caso emblemático es el del ingenio azucarero más antiguo de la Argentina, el salteño San Isidro, en manos desde 2011 del grupo económico peruano Gloria. Sus dueños decidieron cerrarlo el mes pasado, lo que afecta la fuente de trabajo de 700 personas. La compañía justificó la medida en «poderosas razones de orden económico, financiero y laboral han terminado por impedir la continuidad de las operaciones». Del otro lado, Mariano Cuenca, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar del ingenio asegura que no hay motivos para echar gente. Muchos menos para el cierre, que ya intentó la firma el año pasado: «La empresa no está en crisis. En los últimos años vienen batiendo récord en producción. Este año recaudaron más de 990 millones de pesos y los gastos no se acercan ni al 10 por ciento de ese total». Para Cuenca, en realidad la medida es una cortina de humo y lo que busca la empresa es en realidad reducir el personal y presionar de cara a las próximas paritarias.

 

En este contexto, la gran marcha azucarera de la semana pasada dejó en claro que los trabajadores del sector no se van a dejar avasallar sin resistir, con el apoyo de otros gremios y actores comunitarios. “Venimos teniendo acciones de manera conjunta con los gremios estatales y otros privados porque necesitamos mostrar la unidad. Para los azucareros es la única oportunidad que tenemos de enfrentar al gobierno y al empresariado que hoy se siente empoderado por las políticas neoliberales”, señala Vargas.

 

Más allá de la marcha, se preparan otras acciones. Por lo pronto, el mes próximo se realizará el Segundo Congreso de la Federación Regional Azucarera donde debatirán las delegaciones de base de todos los ingenios para decidir cómo seguir. En Salta y Jujuy no son sólo los trabajadores azucareros los que viven la situación con una preocupación cada vez más profunda. A pesar de que ha pasado medio siglo, en el norte argentino siguen frescas en la memoria colectiva las devastadoras consecuencias económicas y sociales de los cierres de los ingenios perpetrados durante la dictadura de Juan Carlos Onganía.

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