(Extracto del libro La Resistencia y el General Valle (Punto de Encuentro, 2016), de Enrique Arrosagaray)
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El general de división Juan José Valle era un hombre porteño que había nacido el 15 de marzo de 1904. Era hijo de otro Juan José y de María Ordoqui.
Se recibió de subteniente el 22 de diciembre de 1922.
Se casó en Avellaneda, en el Registro Civil de Sarandí, el 16 de octubre de 1935, con una muchacha de veinte años nacida en esta ciudad el 1° de septiembre de 1915. Se llamaba, como contamos, Dora Cristina Prieto.
Dora era hija de uno de los dirigentes conservadores más importantes de esta ciudad, Eloy Máximo Prieto, una de las manos derechas de Don Alberto. Sin duda que por ello, uno de sus testigos de casamiento fue el legendario Alberto Barceló. Quien los casó –el jefe del registro– era otro poseedor de un apellido de larga prosapia conservadora: Joaquín Lacambra (hijo). A modo de curiosidad, decimos que para ese acto, el entonces capitán Valle dio como su domicilio particular, el de la calle Güemes 102. Su esposa vivía en Alsina 136, antigua residencia de la familia Prieto.
Tuvieron una única hija, Susana Cristina, el 26 de noviembre de 1936. El primer domicilio de esta pareja y también de Susanita –según el legajo del militar–, es el de Alsina 136, del municipio mencionado. Ahora, lo único que queda de esta casa es su frente, porque adentro fue arrasado para uso como estacionamiento. Queda un frente aristocrático, con una puerta de rejas trabajadas, a la izquierda; y un portón de dos hojas a la derecha, también de rejas, que otrora habrá dado acceso a carruajes elegantes; arriba, una ventana con persiana y algunas molduras artísticas. Nada más.
Su historia militar está llena de elogios –reflejados en su legajo– porque cursa su época de cadete con muy buenas notas y ya como oficial, se destaca siempre.
El 6 de junio de 1945 –y según el Informe Anual de Calificaciones, de carácter Reservado– lo juzga el Consejo Supremo de Guerra y Marina, castigándolo con 180 días de arresto por “…no dar cuenta a la superioridad de la proposición y conspiración para el delito de rebelión del que tenía conocimiento”
El general Franklin Lucero dejará escrito años después, en octubre de 1952, en un informe que lleva su firma, que Valle: “Como director general de Ingenieros desplegó una actividad incansable, desarrolló iniciativas útiles, entre ellas la de la creación de las inspecciones regionales, metodizó el trabajo de la gran repartición….”; elogios y más elogios.
Hay también informes positivos firmados por el general Emilio Forcher y por otros conocidos jefes y oficiales de la época. Es recordado además como un deportista destacado. Futbolista y basquetbolista. Era socio e hincha de Racing. Alguna vez fue visto dirigiendo un equipo de basquet de Racing, en un encuentro amistoso contra otro del colegio San Martín, en Avellaneda. Era un apasionado por el deporte a tal punto, que una vez le dio de baja a un soldado cuando se enteró que jugaba en la primera de Racing, para que pudiera entrenar tranquilo. Este ex jugador beneficiado por Valle, vive en la actualidad frente a la descripta casa de los Rovira. Hoy es un hombre viejo pero recuerda muy bien al oficial.
Un hecho muy sugestivo se produce en su vida de oficial: el 6 de junio de 1945 –y según el Informe Anual de Calificaciones, de carácter Reservado– lo juzga el Consejo Supremo de Guerra y Marina, castigándolo con 180 días de arresto por “…no dar cuenta a la superioridad de la proposición y conspiración para el delito de rebelión del que tenía conocimiento”. Este hecho, si hubiera continuado el predominio del antiperonismo en el Ejército, hubiera terminado con su carrera. Pero su legajo indica que ese castigo le fue conmutado el 19 de noviembre de ese año. Así que el cartelón en rojo con la leyenda Aplazado en Conducta, ¡verdaderamente insultante para un oficial!, dejó su lugar a nuevos elogios, felicitaciones y sobresalientes a partir de esa conmutación. En la evaluación siguiente sacará un Distinguido en Conducta. Inmediatamente pasa a la Dirección General de Fabricaciones Militares en donde permanecerá hasta julio del 47.
Cuando lo asesinaron, su domicilio formal era en la calle Lafinur 3325, Capital, es decir, a apenas ocho cuadras de su patíbulo, la llamada Cárcel de Las Heras o más formalmente Penitenciaría Nacional, con frente sobre la avenida Las Heras, bajo el número 3400.
El general de división Raúl Tanco se recibió de subteniente en 1924. En diciembre de 1954 ascendía a su último grado después de treinta años de intensa actividad. Había nacido el 4 de marzo de 1905 en el Partido 9 de Julio, en el centro de la Provincia de Buenos Aires. En su carrera se encontró con algunos castigos y días de arresto, pero de menor importancia. Sus padres fueron Delfín Tanco, que era comerciante y Elisa Suesemihl, su madre. Sus hijos fueron Raúl Oscar, Carlos Raúl y Héctor Raúl. Se casó con Hydée Elvira Paz Martín, el 17 de octubre de 1929.
Siendo teniente coronel tuvo un destino diplomático: fue agregado militar en México. Posteriormente sus destinos se repartieron, sobre todo, por la mesopotamia argentina. Fallecerá en 1977.
El coronel Fernando Santiago González nació en Buenos Aires el 16 de diciembre de 1908. Se recibió de subteniente en diciembre de 1929. Era hombre de Infantería y como oficial de esa especialidad recorrió varios regimientos del arma. Tal vez el destino más interesante que tuvo fue el de director de la Escuela de Subofuciales “Sargento Cabral” cuando comenzaba la década del ‘50 y lo ascendían a coronel.
Le dieron el retiro obligatorio el 27 de enero de 1956. Para entonces vivía en la calle Marcelo T. de Alvear 548.
En 1973 fue ascendido por decreto –como otros muchos oficiales y suboficiales– al grado inmediatamente superior. Falleció siendo, entonces, general de brigada.
El teniente coronel de infantería Oscar Cogorno nació el 19 de junio de 1915. Se casó con Sara Méndez y tuvo con ella tres hijos varones Oscar, Guillermo y Ricardo, y una muchacha a la que llamaron Sara.
Se recibió de subteniente en 1938. Tiene destinos en Santa Fe, El Palomar, Córdoba, Buenos Aires y Bahía Blanca.
Sin duda su destino en el Regimiento de Infantería 7 “Coronel Conde” en la ciudad de La Plata, como jefe de una de sus compañías, le sirvió para facilitarle su papel en junio del 56. En 1954 es ascendido a teniente coronel y en su legajo no se registran sanciones. Como a casi todos, en diciembre del 55 lo colocan en disponibilidad. Y en febrero del 56 le imponen el retiro obligatorio.
Cuando lo asesinaron, el domicilio formal de Valle era en la calle Lafinur 3325, Capital, es decir, a apenas ocho cuadras de su patíbulo, la llamada Cárcel de Las Heras o más formalmente Penitenciaría Nacional, con frente sobre la avenida Las Heras, bajo el número 3400.
El capitán Jorge Miguel Costales había nacido el 19 de octubre de 1921. Era hijo de Manuel Costales y de Dora Frade.
Se recibe de subteniente en diciembre de 1943. Era flaco y medía un metro setenta. Vivía en la calle Miller 2392. Se casó con Elvira Albino.
Cuando en marzo de 1949 asciende a teniente primero, se produce un giro muy especial en su carrera: ingresa a la Escuela de Informaciones del Ejército.
El mayor Antonio Mutone, director de esa escuela, dirá de él en octubre del ‘50: “Como alumno del II Curso, ha evidenciado poseer condiciones intelectuales para el análisis, por lo que se prevé un excelente desempeño como oficial de informaciones”. El mayor Héctor Cabanillas ya había percibido en él en diciembre del ‘49 que “Demuestra verdadera dedicación al estudio y una firme vocación por la especialidad”. Tenían razón.
En esta Escuela de Informaciones cursó materias tan interesantes como Comunicaciones, Criptografía, Fotografía, Geopolítica, Información Militar, Organización, Sabotaje y contrasabotaje, Psicología, Búsqueda y seguridad, Interpretación aerofotográfica, Contrainformación, etc.
Pero sus inclinaciones políticas estaban claras para los mandos libertadores posteriores a septiembre del 55; por eso el 5 de octubre lo ponen en disponibilidad y el 17 de febrero del 56 le dan el retiro efectivo obligatorio. A la calle.
El 22 de septiembre de 1908 nació Alcibíades Eduardo Cortines en la provincia de Jujuy. Su padre se llamaba Evaristo y su madre era Isabel Portal. Se casó con Nélida Esther Tojo y con ella tuvo tres hijos, dos mujeres y un varón.
Cuando estudiaba para oficial, lo castigaron con 45 días de arresto por pedir una goma a un compañero durante un examen de historia. Pensaron que se estaba copiando. Le pusieron un cartelón calificándolo como mal alumno.
De verdad tuvo problemas para avanzar en su carrera. A tal punto que en 1927 le dan de baja. Pero por su persistencia y según algunos de sus superiores “por su alta vocación militar” lo vuelven a admitir y termina por fin su carrera.
Recibió varios castigos con arresto. Uno de ellos, en julio de 1933, por no actuar en previsión de disturbios callejeros. ¿Tal vez no habría querido reprimir? Al año siguiente otro arresto por no abonar la cuota de socio al Casino de Oficiales dentro del plazo establecido. Ridículo.
El 13 de octubre de 1955 él mismo pide su retiro del Ejército. Es uno de los poquísimos casos en toda la oficialidad de la época.
En el 56 no tendrá dudas en actuar en favor del pueblo. La libertadora tampoco dudará en balearle la cabeza y el tórax, como dice su partida de defunción, fechada en Bella Vista.
El salteño Ricardo Salomón Ibazeta era hijo de la argentina Amalia Michel y de Ricardo. Nació el 8 de marzo de 1911 y se casó el 21 de diciembre de 1936, previo permiso de la superioridad, con Susana Pérez. Se pasó casi toda su vida de oficial en Campo de Mayo, en Caballería. El 45 lo encuentra como profesor en el Colegio Militar de la Nación. Es uno de los pocos oficiales de este grupo revolucionario que tiene en su legajo numerosos castigos con sus correspondientes días de arresto.
En su segundo año como cadete le dan 20 días de arresto por sentarse mal en una clase de química; y así hasta aún siendo teniente coronel. Era, al parecer, un hombre que no se ajustaba a las normas tan estrictas –ridículamente rígidas dicen algunos– del Ejército y de alguna forma resistía. Era también un oficial muy querido por la suboficialidad de Campo de Mayo. En diciembre del 54 es ascendido a coronel pero el 10 de febrero del 56 le imponen el retiro efectivo obligatorio.
Sus últimos tiempos de legalidad los vivió en la calle Aráoz 2072, Capital. Tenía 45 años cuando –como dice su partida de defunción– falleció por heridas de bala en cabeza y tórax. El legajo no dice quién le disparó ni porqué.
El coronel José Albino Irigoyen era uno de los pocos oficiales de alto grado que estaba en actividad aquella noche del 9 de junio. Otra particularidad: era oriundo de una barriada históricamente pobre, como es la de San Justo, en La Matanza. Si lo es en el presente, cómo sería aquel 5 de febrero de 1913 cuando la española Elvira Rodríguez Pinto, ya de 30 años, dio a luz al futuro oficial, haciéndolo padre a su esposo Miguel Irigoyen.
Al principio de la década del 30 está estudiando para oficial y sus jefes dejan escrito informes poco halagüeños: “Retraído, poco vivaz. Es un cadete tímido. Debe adquirir energía. Buen jinete y gimnasta. Tiene poca preparación inicial y en general, sus condiciones intelectuales son apenas su cientes”.
De cualquier forma avanza y se recibe. En corto tiempo es especialista en comunicaciones. Trabaja en la Escuela de Comunicaciones de Campo de Mayo y se desempeña como profesor de esta especialidad, además de dar clases en materias como electricidad y motores.
A pesar de este crecimiento en su formación, no dejan de aparecer juicios críticos a su personalidad: “Este oficial –deja escrito el capitán Ahrens en noviembre del 41– a pesar de haber trabajado con dedicación, ha desmejorado apreciablemente en el rendimiento de sus estudios”.
Sin embargo, en el ‘44 se recibe de ingeniero militar. En el 45 pide ser trasladado a alguna guarnición con mando de tropa.
En 1954 pasa a revistar en el Comando General de Defensa Antiaérea y en diciembre del 55 –siempre en la función citada– es ascendido a coronel. No sabían, claro, que ya estaba conspirando. Su gran experiencia en comunicaciones no hace extrañar su tarea de montar la radio por la que el general Valle lanzaría la proclama a la población a las 11 de la noche del 9 de junio.
La Resistencia y el General Valle
Enrique Arrosagaray
Punto de Encuentro
2016
336 págs.