2019, odisea en el barro

El año electoral ya empezó. Cambiemos, obligado por la economía, plantó la triple reelección y apuesta a mantener fraccionado a un peronismo cruzado por un debate crucial: unidad o prescindencia.

El 2019 ya comenzó. A más de un año calendario de las presidenciales, oficialismo y oposición hundieron los pies en el barro electoral para caminar hacia una contienda que ya influye sobre la actualidad política, económica y social de la Argentina.

 

Las urgencias de oficialistas y opositores explican la aceleración de los aprestos proselitistas. En el oficialismo no se discuten las candidaturas principales. Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta tienen pretensiones y chances de reelección. Sólo una cosa podría perturbar esa estrategia: que se corte el flujo de financiamiento externo y la economía caiga en el precipicio del déficit y la inflación.

 

Cuando la economía no funciona, la sociedad -en especial los sectores medios- se vuelven más sensibles a las sospechas de corrupción.

 

Uno de los encargados de evitar o amortiguar ese golpe es el ministro de Finanzas, Luis Caputo, a quien se le encomendó obtener rápido los 30 mil millones de dólares que se necesitan para cubrir el creciente déficit comercial. El apuro tiene explicaciones foráneas -la suba de tasas en los EEUU-, pero también locales: antes de extender un cheque, los especuladores exigen certezas sobre la continuidad de Macri. Así las cosas, plantar su candidatura es una “señal” a los inversores que alimentan la creciente deuda pública nacional.

 

El rol crucial de Caputo para el Gobierno fue ratificado con un gag. “Tener offshore no es un acto de corrupción” lo defendió el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, en la Cámara de Diputados. ¿Fue el modo oficial de admitir que el ministro en efecto es dueño de la empresa que ocultó poseer?

 

Las encuestas muestran que los derrapes éticos en el elenco oficialista, como el que se le imputa a Caputo, empiezan a magullar la imagen del presidente. Tiene lógica: cuando la economía no funciona, la sociedad -en especial los sectores medios- se vuelven más sensibles a las sospechas de corrupción.

 

El mantra «Hay 2019» que flotó sobre La Pedrera, más que un slogan, es una respuesta a las corrientes del PJ que proponen prescindir de la contienda que viene y postergar otros cuatro años el regreso a la Casa Rosada.

 

Bien lo sabe el kirchnerismo, cuyos militantes y dirigentes peregrinaron a San Luis con la consigna de forjar la “unidad”. La realidad postergó el deseo. Con destreza en el uso del látigo y la chequera, el gobierno vació de gobernadores ese encuentro. El macrismo, por cierto, aró sobre terreno fértil. El peronismo hoy es un campo minado de rencores y recelos.

 

A diferencia de las fotos tomadas a principios de febrero en la UMET -donde confluyeron kirchneristas, randazistas y massistas, entre otros-, la postal que dejó San Luis mostró un peronismo fragmentado. Las agrupaciones K coparon buena parte de las posiciones disponibles -unas 3500- en el microestadio que el gobernador Alberto Rodríguez Sáa dispuso como sede del encuentro. A diferencia del cónclave en la universidad del Suterh, el encuentro de La Pedrera tuvo más impronta federal.

 

El dato se expresó en la lista de oradores, donde se destacaron los discursos del santafesino Agustín Rossi, el chaqueño Jorge Capitanich y el del anfitrión Rodríguez Sáa, quien fustigó a los dirigentes que descreen de las chances del peronismo en el próximo turno electoral. En ese aspecto, el mantra «Hay 2019» que flotó sobre La Pedrera, más que un slogan, es una respuesta a las corrientes del PJ que proponen prescindir de la contienda que viene y postergar otros cuatro años el regreso a la Casa Rosada. Entre ellos, se sostuvo en San Luis, está el senador Miguel Ángel Pichetto, a quien se le adjudica haber hecho gestiones para evitar que algunos gobernadores viajaran a la ciudad puntana.

 

¿Será el radical Enrique “Coti” Nosiglia, mentor de Macri y padrino de Lousteau, un escollo en la estrategia reeleccionista de Cambiemos? Lo que ocurra con el banquero Jorge Brito puede resultar determinante en el desenlace de esa historia.

 

En la liturgia peronista se destacan los que hablan, pero también quienes callan. Uno de los que asistió al Encuentro de la Militancia pero no hizo uso del micrófono fue Gustavo Menéndez, intendente de Merlo y presidente del PJ bonaerense. Su adusto silencio del viernes en San Luis contrastó con la sonrisa que exhibió el sábado en Hurlingham, donde sesionó el Congreso del PJ provincial. A diferencia de lo que ocurrió en suelo puntano, en Buenos Aires se registraron algunas señales unionistas: Sergio Massa envió una carta, y sus allegados Felipe Solá y Julio Zamora obtuvieron cargos en la estructura partidaria del distrito. Tanto Menéndez como su antecesor, Fernando Espinoza, enfatizaron, además, que el armado en la tierra madre del peronismo no tendrá límites ni vetos. Otro fotograma de una película que está en pleno rodaje, acumulación de escenas sin compaginar.

 

Al macrismo, está claro, le gusta más la fragmentación que expresaría la supuesta cumbre de gobernadores en Entre Ríos que lo que ocurrió en Hurlingham. Como sucedió en 2015 y 2017, la división opositora puede resultar crucial para las chances oficialistas. Pero el macrismo no debiera celebrar por adelantado: en los próximos meses podría surgirle una astilla del mismo palo.

 

Margarita Stolbizer tiene un nuevo sueño: reunir a Sergio Massa y Martín Lousteau en un “frente progresista”. El objetivo: capturar el voto de los sectores “desencantados” con Cambiemos. La sangría, en ese caso, pondría la contienda con el peronismo en situación de balotaje. ¿Será el radical Enrique “Coti” Nosiglia, mentor de Macri y padrino de Lousteau, un escollo en la estrategia reeleccionista de Cambiemos? Lo que ocurra en los tribunales con el banquero Jorge Brito puede resultar determinante en el desenlace de esa historia. Aunque no la única.

 

El sindicalismo asumió un rol protagónico en la película de la unidad opositora

En una entrevista con Zoom, Ricardo Alfonsín se mostró muy crítico del rol que asumió la UCR en Cambiemos. Y admitió que en sus diálogos con el socialismo santafesino surgió la posibilidad de pergeñar una alternativa progresista que, eventualmente, podría competir por afuera del oficialismo. ¿Será el mismo frente que imagina Stolbizer con Massa y Lousteau? El retorno de dirigentes massistas al PJ bonaerense debiera excluir al tigrense de esa boleta, pero con Massa nunca se sabe.

 

Lo que sí quedó claro durante el intenso fin de semana que pasó es que el sindicalismo asumió un rol protagónico en la película de la unidad opositora. En San Luis hubo abundante presencia gremial. Hugo Yasky y Daniel “El Tano” Catalano (ATE) encabezaron a la nutrida delegación de la CTA, mientras que Horacio Ghilini (SADOP), Víctor Carricarte (Farmacias), Walter Correa (Curtidores) y Vanesa Siley (Sitraju) representaron a la Corriente Federal. Estuvo, también, el camionero Hugo Moyano, recientemente retornado a la oposición luego de acompañar la candidatura de Mauricio Macri y pasar casi dos años del lado cambiemita del mostrador. No recibió reproches por eso, pero su intensa actividad partidaria (también estuvo en Hurlingham) indica que está dispuesto a trajinar para ocupar posiciones que en otras épocas le hubiesen correspondido por derecho propio. ¿Le alcanzará para gravitar -con el peso que imagina- en la conformación de fórmulas y listas el año próximo? Falta para saberlo. Los créditos, como en toda película, se imprimen al final.

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